CRIMEN DE ESTADO

[J. J. Martínez Ferreiro]

Breve pero contundente, la memoria se hace piedra brillante en tu poema y nos golpea su belleza y solidez.

Bicos

[Alonso de Molina]

tu poesia no deja indiferente
escarba los intestinos
y la conciencia

te felicito y te mando un abrazo

.

[E. R. Aristy]

Tu voz tiene la autoridad de la verdad.

[Amparo Guillem]

Más tendría que golpear.
Seguiré con mi espectación.
Hay olvidos que son necesarios y otros que necesitan de un empujón para el conocimiento de nosotros mismos, de nuestra Historia, de nuestros porqués.
Nuestros porqués (para bien o para mal) somos nosotros mismos y no podemos ignorarlos.
Saludos.
Amparo

[Amparo Guillem]

Ahí es donde voy, querido amigo, a los intestinos.
De remover conciencias puedo dudar (porque a veces dudo de que la conciencia sea algo salvable), pero el revolcón intestinal que nos produce la memoria es tangible hasta para el más "pintao".
Saludos.
Amparo

[Raúl Castillo]

Me impresiona tu capacidad de sintesis. No desperdicias vocablo en este duro llamado a la conciencia. Mi mas sincera felicitacion poeta. Excelente.
Un abrazo.

[Amparo Guillem]

Bueno, yo creo que autoridad y verdad están muy reñidas.
Saludos.
Amparo.

[E. R. Aristy]

Estimada femmeble,

Tu poesia es de consciencia, de observacion. Excelente poema para reflexionar.

[Eduardo Díaz]

CRIMEN DE ESTADO (Recordatorio por Julián Grimau)

Uno más desde dentro.
Mirando con el vértigo
que impone la Historia,
me destierro de pensamiento
de esta España molida,
de estos crímenes por soberbia.

Fosa común para tí,
fosa común que no menosprecias.

Cuando el que debe imponer la justicia es injusta no queda nada mas miseria. Un poema social necesario. Un abrazo, Horacio.

[Amparo Guillem]

A buen entendedor pocas palabras bastan.
Cuando algo te aprieta el alma y ya no es posible más su prisión hay que encontrar la manera más cercana de expresarlo.
Saludos.
Amparo

[Amparo Guillem]

Volvió el cubil a crepitar: serpientes
de rencor, lobos
del odio,
un trueno de uñas lívidas, un río
de alimañas hirvientes,
plomos, ácidos,
espadas purulentas
brotando,
desatándose,
cayendo
sobre dos brazos rotos y una frente
partida.

Llegaba roja el alba,
abril tenía
los tallos de esmeralda
ensangrentados.
Lenguas,
lágrimas,
campanas desoladas a lo lejos
sonaron, un idioma
de congoja
y clamor iba subiendo,
como si le arrancaran a un planeta,
de cuajo,
las entrañas.

Entonces fue.
Gritó la voz enana,
enloquecida voz, la voz
hedionda,
aulloó, gritó, ordenó
sádicamente la ración de crimen
dispuesta para el día,
y luego se sentó sobre la Cruz,
sobre la Cruz de Roma.
Entonces fue.
El miedo le subía
por obscuros fondos del instinto.

Pero aquella mirada
frente a las negras bocas
ya humeantes,
aquel torrente quieto
de dulzuras
que el fuego quiso devorar,
aquella
sangre erguida delante del abismo
se alzó sobre la muerte
y ahora vuela,
se esparce, por la noche
del mundo como un astro. Como un astro
cercano
que podemos tocar desde la tierra.

Mírame, hermano, sol, espejo
de las vidas, oh sñi, mírame,
lléname
de tu luz, álzame
en ella,
tu luz que ya convoca
los distantes insomnios, pone olvido
en las viejas heridas,
nos conduce
hasta el fin.