¡Qué dulce dolor de ancla
en el corazón sentías!
Tu corazón reteniendo,
duro coral, mi partida.
(Manuel Altolaguirre)
¡Qué lento se volvió mi segundero
y justo cuando tengo que dejarte!
Tan sólo te reitero
que ya no he de buscarte
con ese ardor en ojos, cielo y boca.
Y recordar ayer...
¿Por qué? No tiene caso.
Tú vas por un sendero, yo por otro
y así del mismo modo que el ocaso
conjuga sin pretérito su muerte
aquí se erige el verbo de partida.
¡Qué linda estás ahora!
Quizá por despedida
comienza la conciencia a traicionarme
y a ratos se me olvida
que ya procederás a abandonarme
y con el sabio adiós,
comienzo entre los dos
este dolor desnudo
y esta pancarta llena de silencios.
¿Por qué me encuentro mudo?
¿Qué quieres que te diga?
Comienzas al final a ser mi amiga
y dejo desde ya de ser tu amante
así que el pensamiento -que lo ignora-
prefiere no fijarse en esta hora
en que nos viste un viento sofocante.
Aquí sepultaré mi desespero
y tú darás las flores a tu olvido...
Recuérdame callado y dividido;
tal vez después de todo, sí te quiero.
Alberto Madariaga
(2009)