refulgente, con ansias amorosas,
lanza sus dardos, ascuas fulgorosas,
para obtener respuesta de la amada.
En sus efluvios queda anonadada,
palpitan sus mejillas ruborosas
al confluir miradas ardorosas,
sin palabras parece ya entregada.
Así intercambian los ojos sus mensajes,
hipnóticos intentan sublimar
el intenso latir de corazones.
Y bordan las pestañas con encajes
sibilinos los guiños que el amar
inventa desdeñando sinrazones.
