Si en tus recuerdos me poso inerte
y en desparpajo me apeo fugaz,
no me inquieras en tu mar férvido
intenta buscarme dentro de ti;
más si no sabes cómo encontrarme
será entonces que me olvidaste
y de tu aliento fiel me fugué.
Brinda en silencio con los luceros;
festeja entonces en la agonía
por esos besos que ya no existen,
o las caricias que el sol quemó,
en los abrazos que fenecieron
cuando en la muerte me involucré.
Muerte de intentos y de esperanzas,
de amores ávidos por reclamar:
un amor mágico y lisonjero,
que en el sepulcro durmiendo está.