(Soneto Clásico)
En el marco infinito del aliento,
fatigado, fugaz e irreverente,
un hombre que de nada se arrepiente
recita pesaroso su lamento.
En versos inventados de momento
satiriza el encanto displicente;
enfermizo quebranto del ausente,
víctima de sutil encantamiento.
Desmadejado, así, sigue soñando
con mariposas blancas encantadas
y una etérea figura remontando.
Remedios entre nubes escapando
a un edénico encuentro con las hadas
bellísima, febril y dormitando.
.