
Que cruel es el pensamiento,
que provoca amargamente
el sentir del pasado
sin haber vivido el presente.
Cruces me hago yo,
de mis recuerdos innegables,
de vejez involuntaria
de juventud olvidada.
Los olmos de mi jardín
van reclamando favores,
quien los plantó sigue aquí
para olvidar sinsabores.
Que triste soledad...
de aquellos que aunque quieren olvidar
les llegan las tempestades.
El cortejo va llegando
los hijos a la cosecha
van sembrando alegrías
semillas de lealtad
y coplas de Alejandría.
Ya ni recuerdos ni olvidos...
¿Para qué seguir pensando?
¡Si de nada me ha servido
fingir que estaba soñando!...