la ofensiva del ejército de salvación
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- Esteban Granado
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la ofensiva del ejército de salvación
que pretende comer en la casa de beneficencia,
es un conglomerado estropajoso que anula su apetito,
una mezcla de pelo y tejidos viscerales
de cuyas hebras penden roedores muertos y larvas putrefactas:
los restos del naufragio.
El comedor revienta de actividad filantrópica
-todavía nadie ha vomitado la salsa barbacoa-
y los animosos voluntarios con sus delantales impolutos
trajinan, escuchan y se compadecen del hecho diferencial de su presunta clientela.
Un plato grande para la embarazada
(mayor aún para el sujeto con pinta de asesino en serie).
Los más viejos del lugar echan miga de pan a la sopa de lentejas;
al principio, los jóvenes asisten a la clase de supervivencia con gestos de repugnancia,
pero, al rato, reconsideran su actitud y comienzan, tímidamente,
a imitar el procedimiento;
por un instante, asumen su condición, aprenden el oficio.
El señor con traje raído convertido en símbolo de respetabilidad
manifiesta su abrumadora presencia sin inspirar interés alguno en la parroquia:
da las gracias, cede el turno, se ajusta la corbata
y, en líneas generales, actúa como si estuviese almorzando en el mejor restaurante.
A su lado, un anciano vulnerable recibe los codazos de la desnutrición con ajena elegancia,
encaja con entereza de fajador el gancho social a la mandíbula que languidece.
El nudo afloja su tenaza elástica
y al hombre se le hace la boca agua ante la perspectiva del inminente refrigerio.
Envalentonado, amplía de un bocado su horizonte de sucesos
y se permite soñar con una noche caliente en el albergue.
El ambiente posbélico del recinto
le invita a dinamizar su taxonomía de los cuerpos enjutos;
enseguida, su olfato identifica el husmo coloquial que sazona las bocas incompletas,
los claustrofóbicos efluvios del sudor patentado.
Sentado a la mesa, devora la comida sin preguntar por el sabor
(algo entre la fast food hospitalaria y el rancho cuartelero…,
con un toque sutil de sándwich en la estación de autobuses).
No dan café. Y ahora el cigarro hay que fumárselo afuera...
En la puta calle.
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Re: la ofensiva del ejército de salvación
Esteban Granado escribió:Hay un nudo en el estómago del hombre
que pretende comer en la casa de beneficencia,
es un conglomerado estropajoso que anula su apetito,
una mezcla de pelo y tejidos viscerales
de cuyas hebras penden roedores muertos y larvas putrefactas:
los restos del naufragio.
El comedor revienta de actividad filantrópica
-todavía nadie ha vomitado la salsa barbacoa-
y los animosos voluntarios con sus delantales impolutos
trajinan, escuchan y se compadecen del hecho diferencial de su presunta clientela.
Un plato grande para la embarazada
(mayor aún para el sujeto con pinta de asesino en serie).
Los más viejos del lugar echan miga de pan a la sopa de lentejas;
al principio, los jóvenes asisten a la clase de supervivencia con gestos de repugnancia,
pero, al rato, reconsideran su actitud y comienzan, tímidamente,
a imitar el procedimiento;
por un instante, asumen su condición, aprenden el oficio.
El señor con traje raído convertido en símbolo de respetabilidad
manifiesta su abrumadora presencia sin inspirar interés alguno en la parroquia:
da las gracias, cede el turno, se ajusta la corbata
y, en líneas generales, actúa como si estuviese almorzando en el mejor restaurante.
A su lado, un anciano vulnerable recibe los codazos de la desnutrición con ajena elegancia,
encaja con entereza de fajador el gancho social a la mandíbula que languidece.
El nudo afloja su tenaza elástica
y al hombre se le hace la boca agua ante la perspectiva del inminente refrigerio.
Envalentonado, amplía de un bocado su horizonte de sucesos
y se permite soñar con una noche caliente en el albergue.
El ambiente posbélico del recinto
le invita a dinamizar su taxonomía de los cuerpos enjutos;
enseguida, su olfato identifica el husmo coloquial que sazona las bocas incompletas,
los claustrofóbicos efluvios del sudor patentado.
Sentado a la mesa, devora la comida sin preguntar por el sabor
(algo entre la fast food hospitalaria y el rancho cuartelero…,
con un toque sutil de sándwich en la estación de autobuses).
No dan café. Y ahora el cigarro hay que fumárselo afuera...
En la puta calle.
Cuando no hay trabajo, no hay techo, no hay ducha para banarnos, no hay cama, cuando se han roto o hemos rajado todo lazo afectivo con nuestros familiares y amigos, cuando la verguenza nos haga escondernos de nosotros mismos, y se hace cada dia mas patetica el rompimiento con la sociedad, es casi increible encontrar un chulo cigarrillo y un cafe, al mismo tiempo, y en la misma puta calle.
Tu poema nos presenta un lugar inhospito que deberia ser una transicion, aqui le llaman "shelters", Salvation Army, food pantries, "half way houses". Creo que muy pocos nos acordamos de esa gente.
Un placer leerte, todo por la justicia social.
ERA
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re: la ofensiva del ejército de salvación
Abrazos
Pilar
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- Esteban Granado
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Gracias por el comentario y un abrazo.
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El mundo de los comúnmente llamados "sin techo" (a los que antes nos referíamos como vagabundos) es extremadamente duro y, sin embargo, ejerce una fascinación sobre el resto del cuerpo social. A menudo, miramos a esos hombres y mujeres como si fueran extraterrestres, como si su desgracia no pudiera nunca rozar nuestro cómodo estilo de vida.
Gracias por el comentario, amgia ERA. Y un abrazo.
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Gracias, Miguel, te diré que la descripción del comedor social es una recreación de una experiencia que viví en mi primera juventud.
Un abrazo.
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Para hablar de ciertos asuntos, amigo Borja, es ineludible dotar al discurso de una cierta acidez.
Gracias por el comentario y un abrazo.
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Gracias, Israel. En efecto, podría decirse, como de algunas películas, que el poema está "basado en hechos reales".
Un abrazo.
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Esteban
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Un beso grande y aplausos!!
Hallie
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
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- Esteban Granado
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- Esteban Granado
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re: la ofensiva del ejército de salvación
Un abrazo.
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