SIERRA DE LOS BLANCOS

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Maria Pilar Gonzalo
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SIERRA DE LOS BLANCOS

Mensaje sin leer por Maria Pilar Gonzalo »

Los silbidos del viento acompañan a la noche. Hace frío y llueve; mis manos en

los bolsillos, tus ojos perdidos y abandonados.


El verano de 1820 se acaba y nosotros apenas susurramos, dejamos

pasar las horas, las lunas y los soles.


Transcurre la vida como hojas agonizantes crepitando en nuestro

caminar, adormecidas al saber mi predilección por ti.


Ya no quieren estallar en nuestras manos polvorientas anegando cada poro de

nuestro ser.


Mi corazón se ha quedado sin voz, solo se lamenta con pequeños suspiros,

con ojos subyugados y abstraídos, arrebujados mostrando dolor y pesar.


Te observo detenidamente y solo veo unos cabellos de guerrero lúgubre, el

semblante vacío; todo es sufrimiento y quebranto.


Como diría el poeta… ¿Cuánta tristeza cabe en un solo día?


Lágrimas que desaparecen entre mares, alejándose para no tornar.

Pienso de nuevo en el vergel perdido y deseo huir a lomos de un caballo,

mientras tintinean cascabeles en su grupa, al ritmo de mis cabellos. Mis

extremidades dos palos torcidos y temblorosos animan a la bestia a continuar.


Abandono las rosas una a una, encubiertas en el faldar, deseando un pronto

retorno, pero los dos sabemos que eso no ocurrirá, nada de lo que suceda en

adelante será como habíamos planeado.


Seguiremos atrapados entre piedras abandonadas y silencios de plomo.


Apenas recuerdo tus besos, eso provoca gran padecimiento y pesar en mí, por

eso me abstraigo en mis paseos matutinos, en miradas perdidas de

golondrinas, hacendosas con sus nidos, protegiendo a sus crías, como yo me

protejo de ti.


Los días se prolongan sin sentido, las noches martirizan tediosas.


Cuando la oscuridad se abandona en los lamentos de las bestias, cubro mi

cuerpo y me dirijo al camposanto; allí converso con los difuntos que perecieron

en el gran incendio y ruego por sus almas inquietas.


Mis rezos son un sollozo vacío, nadie queda para llorar a los muertos.


Todos abandonaron este lugar maldito que tantos infortunios causó. A veces

pienso que en este lugar, el santísimo tiene un purgatorio hecho a nuestra

medida, yo no sé cómo escapar de él, tan solo en mis pensamientos me libero

de esta carga tan pesada. Si al menos tus lamentos fueran un clamor,

podríamos intentar amarnos de nuevo, en cambio deseas que una muralla de

espinas nos separe.


Preferiría mil veces que me repudiaras a soportar tus ausencias en la mesa, a

tus desapariciones al caer la noche. Solo puedo preguntarme ¿Cuánto tiempo

durará este destierro?

Recuerdo nuestras nupcias como un día hermoso lleno de luz. Todo

resplandecía en mí; las perlas que caían sobre mi rostro en un bello tocado, el

oro bordado en nuestros vestidos deslumbrantes, las flores cubriendo mis

cabellos. Cuánto amor cabía en tu rostro, cuánta felicidad bendecía nuestros

corazones… Siempre conservo la esperanza de que esos momentos de

dicha regresarán a nuestra amarga existencia.


Me pregunto por qué nuestro señor quiso que su rostro fuera igual al mío, si al

menos no la hubiera arrullado entre mis brazos, si no hubiera escuchado su

voz de cascabel en cada amanecer, si aquel maldito incendio no la hubiera

engullido en sus lamentos de destrucción.


Desterrada de toda existencia, solo me queda rezar para que el buen Dios me

acoja en sus brazos misericordiosos. Sopeso cada día el momento de

abandonarme en cada despertar, pero mi fe me impide dejarme llevar por la

locura…

¡El camino es tan difícil y lleno de tentaciones!

En lo alto de la sierra se encuentra un cerro iluminado por Satán, él me llama a

cada momento, desea que me lance al vacío para terminar con mi agonía.


Confieso que a veces pienso que solo desea mi liberación, pero en el momento

de sucumbir, me doy cuenta de que lo único que busca es un alma más sin

espíritu.


Sé que debo ser fuerte, pero ya no encuentro amparo en los salmos del

creador, no todo el que necesito.


Por eso mis remordimientos se unen a la pérdida.


Pronto llegará la recogida, y el verde esmeralda de los campos se convertirá en

dorado pajizo, como los cabellos de mi pequeña Dulce.


Sé que no seré capaz de soportarlo, por eso dedico mis días a recorrer este

pequeño camino al infierno. Nada puede ser peor que lo que aquí me rodea.


Estoy pues, preparada para la llamada del Señor.


Me he impuesto un ayuno riguroso, quiero llegar a él limpia y pura, y si decide

que mi sitio está con los perdidos, así sea.


Maldigo este lugar que me arrebató todo aquello que amaba: mi niña, mi

esposo ahora ausente, las gentes que alegraban la sierra, los campesinos y las

voces hermosas de los infantes que jugaban entre las casas ahora

solitarias y abrasadas.


Son muchos los días que dedico a devolverle la dignidad a esta sierra maldita,

Me afano en colocar una a una las piedras principales de las casas,

arrebatando a la hiedra perversa su momento de posesión. Todo es en vano, el

musgo que crece en las rendijas de los patios, o la mala hierba entre los

pedruscos que acompañan al camino se empeñan en subsistir a pesar de la

rabia que muestro ante cualquier presencia de abandono.


Sigo creyendo que podré sobrevivir sola, en total agonía… ¿acaso hay otra

alternativa?


En los días de lluvia, la Sierra de los Blancos se muestra más oculta si cabe.

Es como si un tapiz infernal sepultara las voces ahogadas de las fieras, las

tormentas enloquecen a mis ojos guardianes y busco delirando a mi esposo


- ¡Loriann Loriaann ayúdame ven a buscarme, tengo miedo

Loriaaaaaannnnn”!


Pero Lorian no viene. Él no puede venir, se encuentra en nuestras cuadras.


Permanece tumbado allí desde el incendio; todavía no he conseguido que

salga de ese lugar de oscuridad y tinieblas.


Cuando le llevo la sopa apenas la prueba, ni siquiera el pan recién hecho de

mis propias manos recibe su aprobación. No sé qué otros manjares llevarle,

permanece soterrado con dos vigas cruzadas en los costados, mas Lorian

nunca se queja, esa es la pena que se ha impuesto por no salvar a nuestra

pequeña Dulce.


A veces pienso que no debimos quedarnos aquí solos, sin apenas recursos; los

animales hace tiempo que huyeron, y mi voluntad cambia según los días.


No es raro escucharme entonando canciones sencillas o suspirando por las

tristezas vividas…a veces camino desnuda por la sierra, casi siempre llamando

a Lorian, pero él sigue detenido en el incendio, en cambio yo prefiero continuar

hasta que no me queden fuerzas…


Recuerdo perfectamente las órdenes dadas por la casa del Rey: Nuestra

obediencia debe ser absoluta y los campos y los animales tendrán que ser

cuidados como si de nuestros propios hijos se trataran.


Ahora que veo el valle tan negruzco por la ira del fuego, nada parece

importante, ni siquiera la pobre iglesia, sin sus voces celestiales, sin

la suntuosidad de los días en los que el monarca nos honraba con su

presencia, y repartía ricos manjares en las puertas de las casas.


Puede que los campos estén yermos y la sierra se oculte al mundo, pero mi

voz seguirá aquí hasta que mis pensamientos sean lúcidos; cuando los lobos

crucen el umbral de mi morada, será entonces entre aullidos horribles

cuando me hinquen sus fauces sanguinarias y al fin me libre de esta terrible

aflicción que me desgarra por dentro.


Hoy Lorian me llamó en sueños y yo acudí apresuradamente a su llamada,

pero al despertar me encontraba empapada y algo aturdida, por eso decidí

acudir de nuevo a las cuadras; todo era muy extraño, Lorian seguía allí inmóvil,

con los ojos perforados, el rostro pálido, su boca permanecía abierta, como si

quisiera contarme un gran secreto.


- No temas Lorian, yo guardaré el enigma que oprime tu corazón. Puede que

tenga que ver con los sacos que amontonas en esta maldita cuadra, que te

tiene retenido fuera de mi alcance, mas no veo nada que sea de una gran

importancia, solo son hojas amontonadas dentro de estos fardos enormes.


Se parecen al lecho que me hiciste la primera noche que nos amamos, huele a

menta, a calor de amor, huele a ternura y adoración.


Voy a expandir estas hojas de hierbabuena cerca de ti, así tumbados los dos,

con las manos unidas. Al fin dormiremos juntos amor.

M.P.G.V.
Homo homini lupus (Tito Macio Plauto)
Sara Melisa Suarez
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Registrado: Mar, 06 Abr 2010 19:33

Mensaje sin leer por Sara Melisa Suarez »

Me ha gustado este repaso de las circunstancias con el telón de fondo del amor.
Te felicito con un saludo afectuoso.
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Maria Pilar Gonzalo
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Mensaje sin leer por Maria Pilar Gonzalo »

Sara Melisa Suarez escribió:Me ha gustado este repaso de las circunstancias con el telón de fondo del amor.
Te felicito con un saludo afectuoso.


Muchas gracias por pasarte a comentar compañera.

Otro saludo afectuoso para tí
Homo homini lupus (Tito Macio Plauto)
Hallie Hernández Alfaro
Mensajes: 19451
Registrado: Mié, 16 Ene 2008 23:20

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Arriba con la belleza.
"En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."

El faro, Ramón Carballal
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Maria Pilar Gonzalo
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Mensaje sin leer por Maria Pilar Gonzalo »

Hallie Hernández Alfaro escribió:Arriba con la belleza.
Gracias Hallie, querida amiga. Tu generosidad me nubla por completo.

Un abrazote bien grande.
Homo homini lupus (Tito Macio Plauto)
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