
Nada bebe el silencio
como el rostro escondido en su memoria.
El nuevo despertar
se apaga sin el brillo de las micas
y en el nido del cuco
sobrevuelan fantasmas de papel.
El camino es largo,
las estaciones lentas,
y en el llanto callado de los ecos
no ríe la esperanza
porque la piel ajada de los días
dejó atrás sus nítidos recuerdos.
Y es que más allá de la propia huella,
la sombra de los pasos
se evade en los estratos del olvido
para acallar el flujo de la sangre.
Ahora, con la palabra descalza,
sólo queda la mano sobre el hombro.
*Andros