
Hablar del humanismo y negar a los hombres es una mentira.
Paulo Freire
Hay una generación de olvidados, de héroes anónimos
que viven como fósiles
en los profundos sustratos de las sociedades,
alguna vez fueron nuestros niños,
sus risas rebotaban entre fincas y casas.
La infancia no reconoce leyes
y crecieron para su desgracia.
Se volvieron hombres, se volvieron actores interminables,
se volvieron blanco de jueces, de vecinos fiscales,
de fingida familia,
o tal vez los volvimos.
Hay en cada hombre un crimen que no confiesa,
genes de injusticia,
con un minúsculo Pilatos
en las entrañas,
cada vuelta de cara ante lo malo, son las manos
y la complicidad por permitirlo,
viene a ser el agua.
Cada soledad que le arrebato al egoísmo
Es un poco de paz que comparto,
un poco de miedo que venzo,
Y un poco de vanidad que
desbarato.
Mátame cuando no me preocupe,
porque como humano…
… he dejado de serlo.
Los llaman popularmente albergues pero el gobierno “comunidades de tránsito”. Son enormes almacenes humanos donde van a parar los olvidados, los que han perdido todo. Tienen nombres raros”Cambute”,”Sexto Congreso”,”Progreso” y se ubican en lugares estratégicos, diseñados para tapar la miseria humana como si fueran unos latones de basuras. En ellos tuve también amigos, entre ellos sólo se comparte el depaupero.
Los albergados son personas que han perdido su casa por diversas causas: ciclones, fuegos, demoliciones urgentes por derrumbes parciales, otros por abandono familiar, algunos por práctica de indigencia. Los dementes cuando los hospitales psiquiátricos no los aceptan, el gobierno los deposita allí. No hay mucha diferencia para ellos entre un menesteroso y uno que ha perdido la esperanza, o entre un loco y uno contagiado con sida. La mayoría de ellos lo perdieron todos pero salvaron la vida cuando sus casas se les vinieron encima. El gobierno admite que hay un déficit actual de medio millón de viviendas después más de medio siglo de progreso socialista.
Rigoberto era un chico de nuestro barrio, alegre como todos. Se lo llevaron para Angola. Al principio, los médicos pensaron en paludismo, ¡Pero no! Era SIDA. Hoy está condenado a un camastro en “Cambute”, en lo último del almacén, en el último cubículo, en el último pueblo, en Santa María del Rosario. Su Mirada opaca y perdida conoce todos los agujeros de su techo, pidiendo escapar al cielo, lo han puesto cerca del infierno.
Estos horribles depósitos de vivos-muertos son inmensas naves abandonadas que alguna vez fueron establos o vaquerías pueden albergar hasta dos mil seres humanos repartidos en cuartones de nueve metros cuadrados. Sus paredes son tabiques divisorios de cartón prensado, con techo colectivo, con área común de cocina colectiva que nadie casi nunca usa, baños como celdas de prisión. Allí la privacidad no existe, se escucha todo, se ve
todo, desde peleas de borrachos hasta brujerías en los pasillos. La promiscuidad hace retroceder al ser humano hasta la subespecie. Es el único lugar en Cuba que no hay consignas.
La vieja Maíta que nos vio crecer a todos vive allí hace doce años, es santera, como la virgen de regla envejecida. Es la Madre Teresa de esos desamparados, sus cocimientos y rezos han hecho milagros, La última vez que la vi le besé sus manos.
Las instituciones europeas han aportado dinero para la construcción de viviendas a bajo costo, ninguno de estos olvidados lo sabe, no hace falta. En el
infierno no se necesitan casas.
lázaro