
Lo que me aterra
no es
la mirada opresiva de los locos
ni la sin razòn augusta que los redime
ni la pasiòn desbordada del amante
ni siquiera,
la conmiseraciòn de un mìsero letrista
es
la barbarie acomodada a la visiòn particular de esos pocos
que hacen un uso perverso del poder que ostentan.
.
.
.