
Un aire de pasiones y bengalas
más procaz que el empeño de las sienes,
emerge del sayal del sentimiento
como un latido blanco de ternura.
La sangre, encendida en pie de guerra,
sacude el surtidor de sus esencias
con la voz enturbiada de sus fugas
en una encrucijada de retornos.
Todo parece espejo en el paisaje
donde se arrebatan las soledades,
y hasta el párpado abierto a las ojeras
deshoja su mirada de avestruz
buscando el lago azul de los recuerdos.
Bajo este caracol a la deriva
sellado por la duda en la memoria
brota la luz de la escondida senda,
que recobra sus letras de verdad
desde el pulso de la animada frente.
Se produce un eclipse de rumores,
corolario entre rosas y cipreses:
Los corazones no alcanzan el Cielo
porque la roca es ancla de sus alas.
*Andros