su crepúscula silueta en el andén,
de abajo arriba,
de sur a norte, de este a oeste.
Albergue del deseo, travesti de alboradas
suspira al jadeo provocante del tren,
cambio de agujas y pronto será suyo.
Echa ternos de perlas y corales
( al cabo, la tarde es femenina )
y sin mediar vestigios de trémulas pamplinas
se deja penetrar, tan tibia, tan húmeda en orígenes
hacienco suyo el vaho.
Arquea, anochecida, el plácido deseo,
no hay próxima estación, mañana...
mañana es otro día y no ha perdido el tren.
Ya no.
La tarde, serena ya de otoños y de vida
no permite más asignaturas pendientes
ni anhela ser murciélago velando en una gruta.
Carpe Diem.
( Carpe Diem en los otoños de las tardes de las vidas y se aúpan las sonrisas en los trenes que no se tomaron a las horas. Algo que decido en hoy (más veces diría yo, pero...) que es 17 de Mayo en Alicante de dos mil diez y aún tengo frío)
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