Recordando
el vacío, de dicha incierta,
con las cifras grises
por donde el navegante
no puede detener el color
de su último lienzo.
-VI-
En los vientos,
la última palabra, en los vientos
el círculo del primer día,
mil labios que enriquecen
los regresos.
Corrían como arenas ebrias de nombres,
de letras retenidas
para rescatar los altos muros,
las rocas,
la desnudez del tiempo.
La última página, en los vientos
el llanto de los olvidos,
y las voces mitigando el deseo,
la mano donde se llueve descanso,
el tono que habla del silencio
y el relato que mece los monólogos.
Corrían como guerreros heridos
con ropa sosteniendo los años, corrían
de pasos clavando desperdicios.
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donde el aire es poco
y se consume
en la voz del viaje
lanzando el anzuelo desierto
en paso firme,
en las aguas que abren ventanas
hacia el infinito.
Y comprendo.
-VIII-
Con mis ojos del alma
tomo las sepulturas con traje de muerto,
las abro con el peso de la desventura,
con el color de la playa en rojo hiriente,
y en sus orillas las limpio
con las cenizas del mar agitado.
Tomo el laberinto, voz secreta
que por un instante hace callar a la muerte,
a los huesos en mesa cerrada,
con la música llamando
lo que se resbala de sus labios,
la palabra emboscada
en la materia de mis sueños.
Tomo el gastado lápiz
que olvida su cometido
y con señales de pálida tumba
desfila con evidente signo de aventura,
y sin quejarse,
REMA EN EL RÍO DE LA ESPERANZA.
En la materia,
las curvas desnudan el pensamiento,
propician la muecas del aire, tibio silencio,
y toman de antaño el curso de la espera
hasta el amplio cielo que hace crecer el tiempo;
crecer el barco detenido,
la misión guardada,
el grito con savia
del árbol fiel que encienda
la figura que alimenta; crecer
el recuento de las lámparas que jamás se olvidan,
la ansiosa batalla de verdad
que cubrirá de trajes de pescador
las raíces de la llagas.
