un mundo de frente y un Señor antiguo colgado de un cuadro,
y es al que le hablo y digo mis cuitas y lloro delgado
cuando el mundo enfrente resulta muy caro, muy largo
muy recio para estos dos brazos que son cuatro y cuatro,
si esas mis olas arrullan la luna que duerme el armario,
- el de siete puertas -
que juega a escondite con todo lo vano.
Y en premio a mi reino de excepción tan vasto,
me siento en la esquina,
- ésa que comienza entrando despacio por la veredita de los rododendros -
y le encargo al mirlo traiga dos helados,
- dos -
en cada mano y nos los tomamos así,
- como a medias -
las olas, el mundo y el Señor antiguo que descuelga un brazo.
Como Marcelino.
29/11/07
(Y es que desde que era así de pequeñaja, lo de Marcelino me impactó muy mucho, la verdad, por tanto, decido invitarNOS a un helado, pienso que les gustará, al Señor antigüo, a Marcelino y a mí)