¡Señores!

[Alejandro Costa López]

Escuchen señores acomodados lo que mi boca exclama,
no cierren los ojos, ¡no!, ni traten de darme la espalda,
escuchen y acaten lo que les comento, el grito ahogado de mi lamento.
Yo, que hasta ahora fui esbirro y casi de muerto padezco.
Escúchenme señores, no se marchen,
enfunden ya su espada,
encierren sus armas, ¡déjennos hablar!
que aquellos que no callaron, les calló la voz una bala.

Ahora, ejerzo de abogado, de defensor de los sin justicia,
ésta que ha de darme la clemencia, que un día ustedes les negaron,
que la vida tiene tan solo un dueño,
un dueño, que la recibió prestada para sufrir con sufrimiento
hundiéndose en la razón.
Razón que ustedes ahogaron en sinrazón,
despellejando sus almas, su dignidad, y sus cuerpos pertrechados.

Ahora quiero hablar, gritar lo que en silencio ellos callaron,
protegidos por sus linajes, sus coronas, su ley,
ahora, que se dan cuenta, cuando el mundo les rodea, les atrapa, les juzga.
Ahora, que sus ricas tierras, expulsan la sangre que les dio vida,
aquella derramada por mis hermanos, los indigentes, los débiles, los desamparados.
¿Acaso es la vida un juguete en manos de pendencieros?
¿o la insignia grabada en sangre en la estirpe de sus sellos?

Ya no les queda redención, la oscuridad cerró sus ojos al infinito,
los que quedan, están cansados de luchar, sufrir, padecer,
cansados de querer, de ser odiados, de morir…
Ustedes les grabaron la opresión en sus miradas, se lo impusieron con las armas,
les despojaron de vida, de sentimientos, de amor,
tan solo les dejaron las lágrimas, el dolor,
y ahora, aquí, en el estrado, levanten la cabeza,
reclamen justicia, si valor tienen,
¡mírenles a los ojos! ¡y dejen ya de llorar!

Lágrimas…, necio cinismo el que les invade,
lágrimas de la cobardía disfrazada del ayer, desnuda en el hoy,
de aquel ayer que ustedes colorearon de roja sangre,
regaron sus pertenencias con la sed que implora el poder.
Óiganme señores, ya nada pueden hacer, ya nada será igual,
ustedes han sido su propio juez, su único verdugo,
la memoria de los que nos dejaron, la exalta las lágrimas de sus reos,
esas que les han sentenciado y que en mi corazón sangran de justicia.

No fueron sus muertes en vano, su ausencia, el olvido,
su silencio, nuestro silencio,
nosotros somos las voces que aún gritan en campo santo.

La justicia, firmó justicia,
¡nunca más hincaremos las rodillas!

Dedicado a todos los seres hundidos en la opresión y
maltratados por el odio que emana del poder ante los
débiles, los oprimidos, los de diferente color de piel,
los indigentes…,
¡Todos!