
PADRE NUESTRO
PADRE NUESTRO que en nuestra boca
despierta en la mañana con dulce voz
entre el frío de los pecados
y el lecho que con misericordia
cobija los sueños empolvados,
los tiernos recuerdos en altiva luz
como estigma a la mitad del destino
que otorga la vencida mano
llena del rosario azul de la oración;
QUE ESTÁS EN EL CIELO,
hoy es momento que tus ojos
como música de enamorado
entregue tu mirada,
fruto lienzo, a la soledad
en donde la luna se cubre
del veredicto que repite
la noche que nunca ha oído
los ecos de la felicidad;
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE,
alza tu vuelo en señal
de que la presencia de los años
es premio a la esperanza
que han despertado las palabras
en el viento peregrino;
VENGA A NOSOTROS TU REINO
como prueba que su mutismo
es manantial del recuerdo,
es signo de resurrección en bálsamo
del sepulcro nunca olvidado,
transformado en aroma eterna;
HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO,
y recuerda que el cuerpo y alma
va borrando las heridas
dulcemente rescatadas
del dolor
con la presencia de las flores
que respiramos, que nos alimentan
y se prologan;
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA,
ampárate de nuestra hambre
y envuelve con tu manto de amor
tejido con el corazón fiel
de tus designios,
señala con tu mano y sonrisa
que la mesa está servida
con los más ricos alimentos del espíritu;
PERDONA NUESTRAS OFENSAS
prisioneras de los labios
de la lujuria y del orgullo,
de la conciencia desfallecida
con la ropa sucia de oscuridad e indiferencia,
que han vuelto al amparo del infinito
y descienden hasta sus pies
besando su grandeza;
COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS
A LOS QUE NOS OFENDEN
borrando las señales,
recordando que los frutos de la bondad y el amor
nos elevan hasta el manantial
de tu Voz,
incomparable jardín
del sosiego terrenal
y de la vida eterna;
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
del vértigo del regreso
de las voces que endulzan
el instante y abren el delirio
de la locura,
y penetran como tejedora fiel
de estrellas de cristal que lastiman;
Y LÍBRANOS DEL MAL
que avanza con amarga escarcha
y bebe la sangre
del sordo fuego del corazón humano;
y llena nuestra alma de tu presencia azul.