Hablemos de la madre ausencia
y de las pestañas mojadas a medianoche.
Hablemos de las mentiras.
Sincero creador parido por la noche
en menos de un artístico menguante.
Afilemos la charla.
Digamos que los muertos están sobre la mesa
y que hoy debo cortarme el pecho izquierdo
para chapotear en la sangre de tu hambruna.
Prosigamos.
Que las veces que me pensaste
la cobardía te tragó,
que la lluvia y las carmelitas descalzas
se ofendieron al verte tomado de mi mano.
Prioricemos el paso de la botella.
Dos a la izquierda,
uno a la derecha,
antes del beso.
Digamos que yo necesito un hombre
y vos una plebeya inerte,
aunque sea de la nueva era.
Extendamos las alas a la bóveda
antes de desterrarlas de la sombra.
Asumamos que los viajantes sólo son eso.
Vos necesitás mi colmena,
yo me bebo tu trago
y el fastidio se hace humo en una copa.
Seamos la mitad buena.
Una catapulta de adioses,
un favor para alejarte de mi lado,
que sólo te diga que quizás te amo
cuando estoy en el estanque
y en la paranoia, no sé quien sos.
Finjamos todo, si te parece.
Que nunca hemos estado desnudos,
enfrentados,
enojados
o fugazmente enamorados,
uno vertido sobre el otro.
Pero obviemos.
Que para eso estamos.