Me chita la nostalgia encerrada en el caracol,
me manda a callar.
La bohemia tristeza que acompaña a mi soledad
sigilosamente le sirve de espejo.
Se mira galante en él,
soberbia diosa de más de un mundo.
-Selene-
Minúscula duda existencial,
este mendigo dormitando bajo la indiferencia de un barco
me cuenta en alguna lengua insólita
de las cosas muertas de la historia,
del alma abarrotada de misterio,
de la partícula ciega y remota.
Queman en el corazón silente, las heridas.
De juerga en la oscuridad tumultuosa que ahoga,
un estambre de lágrimas
que apenas sobrevive a las concéntricas huellas de una boya.
Él, como un amante miserable y destronado
habrá de darlo todo cada noche.
Acuna el reflejo de su dama
y lo acaricia,
celoso,
cortés,
espiralado.
Hace veinte horas, treinta y un minutos,
que nos han dejado.