Y no estoy allí

[Alejandro Costa López]

Veo el inmenso parque de los pinos de la oscuridad,
rociados por la lluvia inquebrantable de estrellas,
el reflejo solemne y rizado de un río acariciado por la brisa
y tres nenúfares disueltos entre la orilla y el barro enmascarado.
Y no estoy allí,
ni tampoco me es necesario,
la belleza no la crea los ojos, ni la mima la realidad,
la belleza se palpa, se recrea,
se mueve en el interior de la mente
con la única idea de brotar y salir a flote.
Los paisajes de nieve son jardines de petunias,
y los cielos más lluviosos,
es una puesta de sol con terciopelo de color violeta,
las aves, son el suspiro del aire en un caluroso día de verano,
y esa tarde estival,
el bello nacimiento de una mañana de otoño.
No hace falta mirar tras el cristal,
ni oler el fino perfume de una flor con pétalos de primavera,
ni acariciar el mar,
ni embadurnarse el cuerpo con agua de lluvia,
la belleza está cerca, aquí mismo,
en ti, en mí, y hasta en el dibujo de unas manos de niño.
Y todo,
a pesar de que mi vida y su aroma nunca usaron perfume.