mientras rebuscaba, con cierto eufemismo
entre las polleras que sin miriñaques
envuelven la cama, las mesas
y hasta las estrellas que adornan su hacienda.
Coja cojeando de mi pie derecho me quedo en la luna
pasaron dos gatos, robustos, galanos
me miran con sorna, se oye la tuna de las madreselvas
y yo quieta, el suelo por tumba, el limbo por canto
miro con arrobo cómo se pasea sin dejar ni huella
mi calcetín blanco a la rueda, rueda
calzando a los gatos.
(Suceso real, con toda la realidad que cabe esperar de mí, que me aconteció en casa e Marian Ramentol (Marian, Prince, sal alaire y confirmalo, por fa), allá por dos mil cinco, sus gatos me robaron los calcetines mientras nosotras mirábamos por el telescopio que tiene, las estrellas como bobas)
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