
El día
El día con su nueva cara
con brasas de cenicienta barridas
en arco iris por trazos de cielo
con espigas de inocencia, con perfume
de lejanía; mira las almohadas vacías,
mira la cama de la tristeza,
mira las piedras del barranco, en retirada.
Me llama con su canto, me llama
con belleza afortunada vestida de mañana
y sueños con sus ojos abiertos;
y el silencio yace, desnudo, en la sepultura.
Entre el sabor de la cobija sin sol
y la mesa servida
el cotidiano olor de las heridas
se pierde en la borrachera del olvido;
y la piel de esperanza brota
con campanas y luz victoriosa.
Me toca como novia virgen, me toca
con sus manos de cristal de siempre
y su pecho con reloj lento,
con mantel de guirnaldas entreabiertas.
El día con corazón cercado de flores
relincha en medio del fuego nupcial,
y con música, el baile
-descubierto desde el interior-
en luz despliega el vuelo matinal
y por su ritmo resucita.
Me busca y me nombra, me busca
por su agua y mi sed; y halla raíces,
y mi espíritu rejuvenece.