Luis Cernuda (Epílogo)

[F. Enrique]

Playa de la Roqueta:
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.
Mas no eres tú, sino tu imagen.

Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.

Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.

Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.

La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.

No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.
Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena,
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.

En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.

[Julio Gonzalez Alonso]

¡Grande, Luis Cernuda!
Salud.

[F. Enrique]

Gracias, Julio. Me costó mucho comprender que la grandeza de Cernuda elevaba su tono en los últimos años de su vida, el poeta cansado, herido y exiliado ya no estaba de humor para preconizar el arte por el arte, lo que quedaba era un hombre, del amor quedaba el recuerdo y de la patria que dejó atrás y que atisbó una luz de un cambio definitivo, una sombra. En este poema rememora un instante del que pudo haber sido su último amor.

Un abrazo.

[Ventura Morón]

Espléndido realmente, trabaja esa nostalgia de una manera delicada y a la vez desgarradora.
Gracias por traerlo amigo
Abrazos

[Eduardo Gregori]

Lo que daría yo por escribir la mitad de la mitad de la mitad de bien que Luis Cernuda!

[F. Enrique]

Gracias a ti, Ventura, dejamos algo de nosotros mismos cuando abordamos un gran poema, este Epílogo tiene esa magia indescriptible que aparece de vez en cuando. Desde luego que produce una satisfacción extraña compartirla, en ese aspecto hace que me sienta como un marchante de arte amateur; su sencillez, su claridad, su profundidad, esa manera de hacernos vivir su drama íntimo y el destino del hombre acorralado por el tiempo. Desde luego, Cernuda en uno de sus grandes momentos, en mi gusto personal solo le antepongo El Sur, curiosamente un poema de su primera juventud.

Un abrazo.

[Javier Dicenzo]

En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.

Un placer y deleite sobre este poema, contemporáneo de Pablo Neruda, el amor y el destino... esa espina del poeta, gracias por compartir esta muerte esta muerte.

[F. Enrique]

Gracias, Eduardo, por la pequeña parte que me toca en esto. Me ha sorprendido lo parecidos que son algunos poemas de Luis Cernuda y Vicente Aleixandre. En la última antología que adquirí de la Generación del 27 los poemas venían distribuidos por temática y no por autor, tuve dificultad para distinguirlos, se convirtió en un reto. Creo que Aleixandre cumple los requisitos para penetrar en la sensibilidad de los degustadores de poesía actuales.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Gracias, Javier, debemos estar agradecidos cuando alguien percibe la grandeza de un poema, es como ser partícipes de la misma fiesta. Con respecto a lo que me dices de Neruda y Cernuda creo que fueron poetas que llevaron caminos distintos siendo rigurosamente coetáneos. Es cierto que Neruda es para muchos el mejor poeta de su tiempo, pero sus últimos años, si exceptuamos Estravagario, no fueron muy afortunados en su producción, era consciente de su éxito y sabía que cualquier cosa que publicara iba a tener eco. Cernuda, instalado en el olvido, encontró, sin buscarlo, un camino en el que derramar su extraña y prodigiosa sensibilidad, quizás fuera consciente de que algún día leeríamos sus poemas con un placer morboso, pero sabía, a ciencia cierta, que no lo vería.

Te agradezco, Javier, que la curiosidad sana de tu juventud te lleve a lugares que no muy transitados.

Un abrazo.