como abrazan los seres invisibles

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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Esteban Granado
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como abrazan los seres invisibles

Mensaje sin leer por Esteban Granado »

Se apagó, pero quemaba. Suspendida la temperatura, en equilibrio
no precario, firme sobre sus grados y su llama azul, su géiser. Un páramo de piel
aceitunada sostiene el mundo. Ahí, la fotografía de un músculo obsceno,
portentoso brazo. Era el pico en el fuego, lastimando los ojos que lloraban,
derramaban infatigables lágrimas como hace la tormenta.

Quemaba la piel alrededor de los párpados inyectados en su color brillante,
pómulos contraídos, ligeramente secos a pesar de la trémula riada.
Hubo una inundación que no sabía a gloria, pero ardía con ese combustible
caudal de la tristeza. Cuando la tierra necesitaba intervenciones,
manos decididas, cuerpos en fila india musitando la oración del cuervo.

Los trenes vigilaban la estación envuelta en soledad; las banderas
agitaban sus postes, blandían colores pasados de moda. En el vagón de cola,
se produjo una declaración sincera. Daba igual. Algunas personas excelentes
observaban con rencor la contracción de la mentira habitual, su decadencia.
De algún vagón semejante bajó una mañana la bella Kateřina que no quería morir.
A veces, los andenes acogen héroes o presienten la sangre, acunan
a los héroes en sus pérgolas y los dirigen a una muerte segura.
Las estaciones son lugares propicios para las grandes despedidas,
también en las noches de invierno.

Pero quemaba. Ardía y se contorsionaba; una imagen de hierro más que rojo,
un alambre de fina composición, mortífero y seguro. Cegadores diamantes
dentro de la garganta y el oro rodeándolo todo con ese afán anular, circular,
beatífico, mayestático y difícil; olor a mina y a polvo inmaculado,
un brote general de confusión a vueltas con el rostro persuasivo de las máquinas.

Ni siquiera quedaban los abrazos; por su agudeza y su poca cordura, el abrazo
sepultaba el ritual, era para el consuelo de una mayoría de seres animosos
y tenaces, no para el indeciso bastión de la inocencia, no para el muchacho de perfil,
con su nariz desviada a base de tremendas agresiones de autor desconocido,
sus piernas de cervatillo y su pelo deprimente. Los abrazos y los besos
son para los culpables que viven con los ojos apagados y caminan
entre tinieblas sin sentir el dolor.

Se alejaba el tren por su recta vía y quedaba un aroma a pañuelos desplegados,
a últimas horas, una huella de momentos infelices, humedad, tropiezos, una torpeza
infiltrada en los huesos. El mejor sentimiento calcinaba el trabajo honrado de una vida,
averiaba el mecanismo automático de la palabra e impedía la construcción
de las frases más sencillas, que se atascaban en un cuello de botella.

Pero dolía. La siguiente estación era el olvido, una puerta sin pájaros,
un árbol sin manzanas, un secuestro en alta mar. Y la hierba que seguía creciendo,
pero cómo dolía ver el campo sin flores.
Hallie Hernández Alfaro
Mensajes: 19451
Registrado: Mié, 16 Ene 2008 23:20

Re: como abrazan los seres invisibles

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Se apagó, pero quemaba. Suspendida la temperatura, en equilibrio
no precario, firme sobre sus grados y su llama azul, su géiser. Un páramo de piel
aceitunada sostiene el mundo. Ahí, la fotografía de un músculo obsceno,
portentoso brazo. Era el pico en el fuego, lastimando los ojos que lloraban,
derramaban infatigables lágrimas como hace la tormenta.


Ardor fatigado y permanencia. La realidad precoz en la ceniza, aval de fuentes imponderables.

Quemaba la piel alrededor de los párpados inyectados en su color brillante,
pómulos contraídos, ligeramente secos a pesar de la trémula riada.
Hubo una inundación que no sabía a gloria, pero ardía con ese combustible
caudal de la tristeza. Cuando la tierra necesitaba intervenciones,
manos decididas, cuerpos en fila india musitando la oración del cuervo.

Y el llanto es cascabel y amago del sol abandónico.

Los trenes vigilaban la estación envuelta en soledad; las banderas
agitaban sus postes, blandían colores pasados de moda. En el vagón de cola,
se produjo una declaración sincera. Daba igual. Algunas personas excelentes
observaban con rencor la contracción de la mentira habitual, su decadencia.
De algún vagón semejante bajó una mañana la bella Kateřina que no quería morir.
A veces, los andenes acogen héroes o presienten la sangre, acunan
a los héroes en sus pérgolas y los dirigen a una muerte segura.
Las estaciones son lugares propicios para las grandes despedidas,
también en las noches de invierno.

Magno, Esteban, magno.

Pero quemaba. Ardía y se contorsionaba; una imagen de hierro más que rojo,
un alambre de fina composición, mortífero y seguro. Cegadores diamantes
dentro de la garganta y el oro rodeándolo todo con ese afán anular, circular,
beatífico, mayestático y difícil; olor a mina y a polvo inmaculado,
un brote general de confusión a vueltas con el rostro persuasivo de las máquinas.

La potestad de lo inevitable cose un minuto salvador.
Ni siquiera quedaban los abrazos; por su agudeza y su poca cordura, el abrazo
sepultaba el ritual, era para el consuelo de una mayoría de seres animosos
y tenaces, no para el indeciso bastión de la inocencia, no para el muchacho de perfil,
con su nariz desviada a base de tremendas agresiones de autor desconocido,
sus piernas de cervatillo y su pelo deprimente. Los abrazos y los besos
son para los culpables que viven con los ojos apagados y caminan
entre tinieblas sin sentir el dolor.


Cuanta inmersión en el hueso sabio, en la vara holista que todo lo sustenta.

Se alejaba el tren por su recta vía y quedaba un aroma a pañuelos desplegados,
a últimas horas, una huella de momentos infelices, humedad, tropiezos, una torpeza
infiltrada en los huesos. El mejor sentimiento calcinaba el trabajo honrado de una vida,
averiaba el mecanismo automático de la palabra e impedía la construcción
de las frases más sencillas, que se atascaban en un cuello de botella.

Pero dolía. La siguiente estación era el olvido, una puerta sin pájaros,
un árbol sin manzanas, un secuestro en alta mar. Y la hierba que seguía creciendo,
pero cómo dolía ver el campo sin flores.


Y este final que arbitra la desolada vaciedad del mundo, la postrera lágrima que ha renunciado a la sal.

Esteban, camino de puntillas en la hermosura del poema. Me detengo para tocar sus insignias, sus cultivos, su excelencia pura.

Ovación sin medida.

Abrazos.
"En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."

El faro, Ramón Carballal
Bruno Laja
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Mensaje sin leer por Bruno Laja »

Es poderosamente bello. Logra con una facilidad deslumbrante esa angustia estoica que por debajo del instante, sin que se le vean los dedos, amasa una lágrima como si fuese una bola de cristal en la que está lo que fue, lo que es, lo que será y lo que pudo ser. Traslada, hace entrar en el ambos de cada otro, imbuye y sacude. Tiene una magia de cinematografía cuya escena es el sentir y el ser. Un gran disfrute, un verdadero placer. Abrazos.
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Felipe Fuentes García
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Re: como abrazan los seres invisibles

Mensaje sin leer por Felipe Fuentes García »

Esteban Granado escribió:Se apagó, pero quemaba. Suspendida la temperatura, en equilibrio
no precario, firme sobre sus grados y su llama azul, su géiser. Un páramo de piel
aceitunada sostiene el mundo. Ahí, la fotografía de un músculo obsceno,
portentoso brazo. Era el pico en el fuego, lastimando los ojos que lloraban,
derramaban infatigables lágrimas como hace la tormenta.

Quemaba la piel alrededor de los párpados inyectados en su color brillante,
pómulos contraídos, ligeramente secos a pesar de la trémula riada.
Hubo una inundación que no sabía a gloria, pero ardía con ese combustible
caudal de la tristeza. Cuando la tierra necesitaba intervenciones,
manos decididas, cuerpos en fila india musitando la oración del cuervo.

Los trenes vigilaban la estación envuelta en soledad; las banderas
agitaban sus postes, blandían colores pasados de moda. En el vagón de cola,
se produjo una declaración sincera. Daba igual. Algunas personas excelentes
observaban con rencor la contracción de la mentira habitual, su decadencia.
De algún vagón semejante bajó una mañana la bella Kateřina que no quería morir.
A veces, los andenes acogen héroes o presienten la sangre, acunan
a los héroes en sus pérgolas y los dirigen a una muerte segura.
Las estaciones son lugares propicios para las grandes despedidas,
también en las noches de invierno.

Pero quemaba. Ardía y se contorsionaba; una imagen de hierro más que rojo,
un alambre de fina composición, mortífero y seguro. Cegadores diamantes
dentro de la garganta y el oro rodeándolo todo con ese afán anular, circular,
beatífico, mayestático y difícil; olor a mina y a polvo inmaculado,
un brote general de confusión a vueltas con el rostro persuasivo de las máquinas.

Ni siquiera quedaban los abrazos; por su agudeza y su poca cordura, el abrazo
sepultaba el ritual, era para el consuelo de una mayoría de seres animosos
y tenaces, no para el indeciso bastión de la inocencia, no para el muchacho de perfil,
con su nariz desviada a base de tremendas agresiones de autor desconocido,
sus piernas de cervatillo y su pelo deprimente. Los abrazos y los besos
son para los culpables que viven con los ojos apagados y caminan
entre tinieblas sin sentir el dolor.

Se alejaba el tren por su recta vía y quedaba un aroma a pañuelos desplegados,
a últimas horas, una huella de momentos infelices, humedad, tropiezos, una torpeza
infiltrada en los huesos. El mejor sentimiento calcinaba el trabajo honrado de una vida,
averiaba el mecanismo automático de la palabra e impedía la construcción
de las frases más sencillas, que se atascaban en un cuello de botella.

Pero dolía. La siguiente estación era el olvido, una puerta sin pájaros,
un árbol sin manzanas, un secuestro en alta mar. Y la hierba que seguía creciendo,
pero cómo dolía ver el campo sin flores.
Me gustó tu poema, Esteban. Espléndidas imágenes en una voz manantial que atrapa.
Mi aplauso.

Recibe un abrazo.
Felipe.
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Esteban Granado
Mensajes: 661
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Re: como abrazan los seres invisibles

Mensaje sin leer por Esteban Granado »

Vaya, Hallie, te agradezco muchísimo este comentario tan pormenorizado que haces del poema. Aunque no creo que valga tanto la pena como das a entender. Muchas gracias y un beso grande.

---

Me alegra, Bruno, que este poema haya vuelto a merecer tu aprobación, pues a la vista de tu obra poética te tengo por persona de gran sensibilidad y poeta de mucho talento. Gracias y un abrazo.

---

Gracias, Felipe, y encantado de volver a saludarte, celebro que el poema te haya gustado, a pesar de su excesivo "metraje". Un abrazo

Esteban
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Josefa A. Sánchez
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Registrado: Mar, 27 Nov 2007 21:33
Ubicación: Bizkaia

Mensaje sin leer por Josefa A. Sánchez »

Magnífico. Una entrega de gran calibre con la calidad a que nos tienes acostumbrados. Todo me ha gustado, pero estos versos especialmente. Un gran privilegio presenciarlo.

A veces, los andenes acogen héroes o presienten la sangre, acunan
a los héroes en sus pérgolas y los dirigen a una muerte segura.
Las estaciones son lugares propicios para las grandes despedidas,
también en las noches de invierno.


Un abrazo.
Pepa
Prefiero ser verbal
y no adjetiva.
Perfecta ¿para qué?
si no es amandote.
Mario Martínez
Mensajes: 7693
Registrado: Sab, 20 Sep 2008 18:59

re: como abrazan los seres invisibles

Mensaje sin leer por Mario Martínez »

Un poema excelente, Esteban, a pesar del metraje, como dices, o precisamente por él.
La cantidad de imágenes es extraordinaria y creo que ninguna está de más.
Me parece un magnífico trabajo digno de la roja distinción.
Abrazos.
Mario.
"La poesía es una límpida gota de emoción sobre la sucia e insensible cara del mundo"
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Esteban Granado
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Registrado: Dom, 25 Nov 2007 10:12
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Mensaje sin leer por Esteban Granado »

Gracias, Pepa, me alegra volver por aquí de vez en cuando a saludar a los amigos.

Un abrazo

---

Amigo Mario, gracias por dedicarme parte de tu valioso tiempo. Un abrazo

Esteban
Hallie Hernández Alfaro
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Registrado: Mié, 16 Ene 2008 23:20

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

A primera página con la excelencia.
"En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."

El faro, Ramón Carballal
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Óscar Distéfano
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Registrado: Mié, 04 Jun 2008 8:10
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re: como abrazan los seres invisibles

Mensaje sin leer por Óscar Distéfano »

Lo leo como un poema épico moderno, denso, profundo en sus descripciones, para leerlo con el espíritu en paz. El lenguaje pulcro, elegante, de una pericia acabada, logra un secretísimo ritmo, basado, fundamentalmente, en los pulsos del pensamiento. Un poema intelectual, reflexivo, para enriquecer nuestro acervo cultural y poético.

Ha sido un placer.
Óscar
La poesía es la única soga de la cual dispongo siempre que caigo en el pozo del todo sin sentido.



http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
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