Día de muertos
Hoy es día de muertos
-a la mitad del frío de la sepultura-
con mediodía de dolor de espejo,
sin agua, sin golpes de tierra,
con un amargo sabor de flores,
sin arco iris de viento,
fantasmas de primavera y latidos
de lluvia que despiertan con sus miembros seguros.
Hoy abriremos la soledad con escudo
de sueños perdidos, aire que bebe el tiempo,
que consume la boca de milagros,
el canto que alumbra los recuerdos
en ceniza quebrándose
en sus imaginarios huesos.
Ha muerto nuestra vida de mil piedras
de silencio, de zapatos enfermos
deshaciéndose mientras las plantas
se consumen en candados abiertos
con llaves de ojos verdes.
Es como despertar en el mismo sitio
sin poder tomar los hilos de oscura ausencia,
ni el juego ciego que nos enfurecía;
sólo vivir los minutos de luz,
cómplices del beso
que acaricia la justicia de puerta cerrada,
abierta con reflejos dulces.
Y entonces el remolino de camisas
cubiertas de memoria vestirán
la tierra de gusanos,
la penumbra del purgatorio
y las tazas con palabras vacías;
el reloj relumbrará sin pelea, tranquilo.
Los días han muerto, viviremos su ausencia.
