Re: Globalización del metal
Publicado: Dom, 19 Mar 2017 19:35
[quote="Jerónimo Muñoz"]GLOBALIZACIÓN DEL METAL
Eran tan obvias las desigualdades
que nadie se atrevió a pedir perdón
por miedo a los cadalsos de inicua sodomía.
Sabía que los mayores estaban muy versados
en los tirabuzones del pensamiento
y que yo únicamente alcanzaba a sentir
la sed de las palomas que vuelan en la niebla.
Sabía que la carencia de metales
me vedaba lograr el eco de mi voz,
voz de algodón relleno de utopías,
voz que golpeaba indefensa
contra el muro de la continuidad
perpetua.
Y yo, ¿qué podía hacer?
Grité, vociferé. Miré a lo lejos
y allá, en el horizonte
de las palomas que en la niebla vuelan,
hallé al fin un espejo en el que vi mi carne,
carne sanguinolenta, carne líquida,
sangre que mitigaba, en pro de los mayores,
la sed de las palomas disecadas.
Triste destino el de los roncos,
ovejas conducidas por sendas pedregosas
hasta el acantilado altísimo
que conduce a las simas de esta especie,
donde yacen los huesos de todos los afónicos
que no tienen metales para arropar su voz.
Miré a lo lejos y avisté los cadáveres,
todos los esqueletos que sustentan la base
de este imperio del lodo y las gafas de sol.
....................................................................................................
Muy bello poema, amigo Jerónimo, donde, vestido de verso polimétrico sin mácula, te introduces en las grandes migraciones de la voz, en los ecos que son conducidos hacia el abrevadero de una insensatez que pasa por ser (¿falacia?) de obligado peaje. Un tinglado tan ideal para los sonidos como descorazonador para los silencios. Y, sí, se oyen voces que claman desde la afonía del ecosistema, Destino ronco como el reverbero de su propia naturaleza.
Ha sido un placer leerte. Felicidades, compañero, sin duda tratamos de un buen poema.
Un fuerte abrazo.
Eran tan obvias las desigualdades
que nadie se atrevió a pedir perdón
por miedo a los cadalsos de inicua sodomía.
Sabía que los mayores estaban muy versados
en los tirabuzones del pensamiento
y que yo únicamente alcanzaba a sentir
la sed de las palomas que vuelan en la niebla.
Sabía que la carencia de metales
me vedaba lograr el eco de mi voz,
voz de algodón relleno de utopías,
voz que golpeaba indefensa
contra el muro de la continuidad
perpetua.
Y yo, ¿qué podía hacer?
Grité, vociferé. Miré a lo lejos
y allá, en el horizonte
de las palomas que en la niebla vuelan,
hallé al fin un espejo en el que vi mi carne,
carne sanguinolenta, carne líquida,
sangre que mitigaba, en pro de los mayores,
la sed de las palomas disecadas.
Triste destino el de los roncos,
ovejas conducidas por sendas pedregosas
hasta el acantilado altísimo
que conduce a las simas de esta especie,
donde yacen los huesos de todos los afónicos
que no tienen metales para arropar su voz.
Miré a lo lejos y avisté los cadáveres,
todos los esqueletos que sustentan la base
de este imperio del lodo y las gafas de sol.
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Muy bello poema, amigo Jerónimo, donde, vestido de verso polimétrico sin mácula, te introduces en las grandes migraciones de la voz, en los ecos que son conducidos hacia el abrevadero de una insensatez que pasa por ser (¿falacia?) de obligado peaje. Un tinglado tan ideal para los sonidos como descorazonador para los silencios. Y, sí, se oyen voces que claman desde la afonía del ecosistema, Destino ronco como el reverbero de su propia naturaleza.
Ha sido un placer leerte. Felicidades, compañero, sin duda tratamos de un buen poema.
Un fuerte abrazo.