El almuerzo
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Re: El almuerzo
Un momento puede alargarse tanto en el tiempo que puede acompañarte para siempre, entendiendo como momento otra palabrita que empieza por A, y no es Antonia ni A callarse.
No se estropea.
Como esas manzanas de piscifactoría que ya no se pudren. Se hacen viejas, se arrugan, pero no se pudren.
Cuando era pequeña, en el recreo del cole, alguna vez me llevaba una manzana para la merienda, de esas rojas que brillan mucho, no era capaz de comerla, me dedicaba a limpiarla con el jersey o la falda, frutaba y frotaba esperando que saliera Aladino, no dejaba de frotar y cada vez brillaba más, ante mi asombro.
Sacamos brillo a la plata porque no podemos sacarlo a nuestras vidas.
Este poema y eso que transmite no es necesario frotarlo, ya lo traía de serie.
Ala, que me he enrollado, Han sido las manzanas del desayuno.
Un abrazo.
Antonia Mauro.
- Alejandro Costa
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Re: El almuerzo
Y te encuentras unos versos bien estructurados y te pide unirte a ese maravilloso almuerzo.
Un poema digno de tu maestría.
Me ha gustado.
Un abrazo.
me perdono la vida cada día.…
Me sobra el corazón (Miguel Hernández)
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Re: El almuerzo
Gracias, Pilar, aprecio y me alegra tu nota.Pilar Morte escribió: ↑Sab, 26 Mar 2022 11:53 Este almuerzo trae recuerdos para revivir instantes de amor. Un poema hermoso y pleno de aciertos. Me gustó leerte.
Abrazos
Un abrazo.
Ignacio
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Re: El almuerzo
Gracias, Marisa, siempre tan atenta. Un fuerte abrazo.Marisa Peral escribió: ↑Lun, 28 Mar 2022 20:38Es precioso este poema, Ignacio, tremendamente inteligente y evocador, incisivo con los desconocidos, nostálgico a ratos, vibrante a las cinco... un placer leerte.Ignacio Mincholed escribió: ↑Vie, 25 Mar 2022 14:02 ...
He almorzado junto a la pecera del mar,
contigo y los desconocidos de siempre.
Te he visto luminosa, como siempre,
ellos parecían desmejorados de nuevo,
la lluvia les daba un semblante dulce
pero muy triste; los echaré de menos.
La lluvia te hace deslumbrante, filtrada
tu piel bajo la seda verde, casi gris,
como el agua de hoy, pliegues mínimos
de espuma ligera.
Pensaba en Madrid sin saberlo, calles
confundidas con caminos, los del mar,
cuando sigues una línea que no existe
pero llegas a una costa, que no existe,
para dejar la espalda sobre una arena
desconocida y caliente.
En Madrid dejo la espalda en el sillón
y me voy a caminar praderas.
Vuelvo siempre tarde, ya anochecido
el tiempo y el recuerdo de la mañana,
tan vieja y lejana.
Cuando llegó el postre, a las cinco,
parecían resucitados, peces resucitados
que fueron hombres, mujeres con voz;
estatuas.
Tú, todavía más radiante, a las cinco,
parecías amanecer de nuevo, volver
de alguno de los caminos que no existen
por los que llega el amor en verde y gris.
...
Un fuerte abrazo.
Ignacio