Gerardo Mont escribió:Y EL DESTRIPADOR CAVILA.
Ámame. Ámame. Ámame. Se repite el hombre por los siglos tupidos de sueños, en color a lo Van Gogh, y los llama historia y los llama vida. Yo entonces soy su desnudez, sin esos disfraces recurrentes que nombran carroza a calabaza. Pero hoy es la noche de las noches, inédita sombra que se sabe malherida. Repican las doce antes de la hora. Se quiebran las breves zapatillas, como lluvia que acusa un sinfín de cenicientas, acosando las formas inasibles, hilvanando amores de neón, asidas a instantes de navaja, en las esquinas. Y chapoteando el contexto, esta atroz palabra que me abrevia, esta ruin noticia plétora de estacas: que en las moralejas del ocaso el irrevocable hado de ceniza me disfraza. Mientras, las visiones en su fuga sempiterna refieren verdades desde ángulos oblicuos, me atrapan submundos en los antros, cautivos del vicio, cautivos del cuerpo desangrado que en cada resquicio de los rostros, conjeturo. Y soy cualquier hombre en contravía errando en las sendas limitadas a lo mismo. Rugen tempestades en mis yoes diluviando rojos en las sombras y mareas púrpura embisten las ciudades, pintando nirvanas en orgasmos falsos, orgasmos azules en alcohol. E insaciable el filo del verdugo en la religión del poro traza incisos. Y morir es sólo una quimera, el acto postrero de perder la zapatilla. Y yo la sentencia, la ruptura inevitable entre la esencia y los dominios de la carne. Luego, la habitual resignación acalla los gritos insurrectos, fija en los ojos el miedo –bestia necesaria del espejo– y el postrer sollozo de los féretros que sellan el crónico antojo de la especie, el fútil clamor por nombre y sangre, se deseca tras las puertas de lo ignoto. Y bullen los seres que asfixian las velas en los labios y cierran los párpados al verbo de las culpas. Las almas, entonces, saltan de sus cruces y de aquellas formas inservibles que repujan sueños en las pieles, que abrazan garúas en lo incierto. Yo encarno las crónicas del fin que se predijo, porque soy el nihilismo de tu fe, un depredador adicto a los cristales de cada siglo roto, descalzo e inmune a las gárgolas del pecho.
Gerardo qué bien elegido éste, poema de la semana.
Felicitaciones, pero sobre todo gracias, gracias por posibilitar el acceso a la belleza de este texto, por permitir adentrarse y descubrir que la poesía vibra en cada una de las palabras que lo forman.
Un abrazo, Luna.-