J. J. M. Ferreiro escribió:¿Recuerdas las garcetas,
picoteando el fango,
con gemas deslumbrantes en los ojos?
Parecían un templo de blancura,
desequilibrando el vigor
con sus desordenadas patas.
Los pájaros y el tiempo
tienen una voz insondable,
difícil de ubicar;
su rebelión nunca enmudece,
y si no, acércate,
escucha cómo corre el aire
con todos sus pájaros rotos,
comprueba que además del sufrimiento de su paso,
amarga es la demora del regreso,
pero nunca nada es en vano,
porque desnudada la tierra
también se mudarán las rejas de mis huesos;
porque fuera de mí,
en ignoradas piedras,
me prolongaré a tu lado,
en cualquier ruido de luz,
en cualquier capilar de savia,
porque a ti pertenecen
el linaje solar de la dulzura,
los gallos de la madrugada,
la distancia del oro respirado a la tarde,
y algo nocturno, innombrado todavía,
que siempre tiembla en la flor de tus labios.
Porque incluso a ti pertenece
la hartura del olvido,
ese universo en expansión
siempre a punto de recordar.
Este es un poema donde la plenitud sensorial nos embarga. Acá la poesía trasmite intenso sentimiento destilado por la razón, gracias al talento de la imaginación y a la minuciosidad artesanal que sólo se logra con la voluntad artística. Es un paradigma de la pulcritud y del equilibrio artístico. El lector se regocija de haber recibido un mensaje poético donde los elementos de la creación se encuentran en el mismo poema, donde el simbolismo es convencional y por tanto aprehensible sin mayor exigencia intelectiva. En este poema, yo lector, siento que está vigente esa definición de que la poesía, gracias al uso adecuado del lenguaje, es comunicación de hombre a hombre; y, no sólo para el presente, sino proyectado hacia el futuro histórico. Aplaudimos todo: el hilo argumental, los enigmas propios del misterio poético que emana, el ritmo perfecto que pasa a formar parte del contenido.
Un abrazo, amigo.
Óscar