Maribú
Publicado: Jue, 20 Feb 2014 12:04
Hablan los generales, las manos en los bolsillos,
con ese aire marcial que intenta disimular sus barrigas,
Hablan de la belleza natural de la guerra,
en las rótulas de los pájaros se acomodan,
bostezan en las gradas de los hipódromos,
maldicen en las escaleras automáticas del metro,
Hablan de los órganos de las distintas unidades operativas
de las incursiones nocturnas de los helicópteros
de la prioridad en interceptar los sentimientos,
de la necesidad imperiosa de alcanzar los objetivos,
y de la urgente aprobación de los presupuestos.
Hablan desde los púlpitos y los monóculos,
desde las cámaras de las videoconferencias,
desde los monitores de sus gabinetes de prensa,
desde las murallas inexpugnables de sus despachos,
y dan las órdenes oportunas a sus subordinados,
que les escoltan con carteras de mano abultadas,
antes de degustar el excelente menú
que el coronel de la base les ofrece
en un comedor reservado precisamente
para la ocasión.
-Oscurece el aire, al caer la noche-
Yo les escucho entre los volúmenes,
(un pinganillo en el oído, capturando la conversación vía satélite)
desde la sobriedad de las túnicas y la hospitalidad de las tiendas,
con el Corán abierto sobre la alfombra del desierto,
el cuerpo curvado, las manos abiertas, extendidas, agachando la cabeza
como los girasoles, orando, orientando la mirada hacia
la sagrada ciudad de mi espíritu.
Les escucho y enseguida me levanto, me acerco decidido, me dirijo a ellos,
alargo las manos, les alcanzo, (uso tecnología punta informática,
imágenes virtuales en tiempo real, cámaras y portátiles, programas que no hay en el mercado)
y descuelgo las medallas que penden de sus pechos,
las estrellas de las guerreras, los brazos de los percheros,
sus cuellos, sus manías, sus sombreros, sus escoltas, sus esqueletos,
(una página especialmente asegurada con claves que ni yo conozco)
y una a una, desmonto sus palabras, sus miradas, sus espaldas, sus ejércitos,
sus manías, sus muñecas, las automáticas, en cajas de municiones las
embalo, y suavemente los deposito, entre los volúmenes, en el vientre de un gracioso Maribú:
son muy originales y siempre visitan los lugares más estratégicos.
-Al caer la noche, oscurece el aire-
con ese aire marcial que intenta disimular sus barrigas,
Hablan de la belleza natural de la guerra,
en las rótulas de los pájaros se acomodan,
bostezan en las gradas de los hipódromos,
maldicen en las escaleras automáticas del metro,
Hablan de los órganos de las distintas unidades operativas
de las incursiones nocturnas de los helicópteros
de la prioridad en interceptar los sentimientos,
de la necesidad imperiosa de alcanzar los objetivos,
y de la urgente aprobación de los presupuestos.
Hablan desde los púlpitos y los monóculos,
desde las cámaras de las videoconferencias,
desde los monitores de sus gabinetes de prensa,
desde las murallas inexpugnables de sus despachos,
y dan las órdenes oportunas a sus subordinados,
que les escoltan con carteras de mano abultadas,
antes de degustar el excelente menú
que el coronel de la base les ofrece
en un comedor reservado precisamente
para la ocasión.
-Oscurece el aire, al caer la noche-
Yo les escucho entre los volúmenes,
(un pinganillo en el oído, capturando la conversación vía satélite)
desde la sobriedad de las túnicas y la hospitalidad de las tiendas,
con el Corán abierto sobre la alfombra del desierto,
el cuerpo curvado, las manos abiertas, extendidas, agachando la cabeza
como los girasoles, orando, orientando la mirada hacia
la sagrada ciudad de mi espíritu.
Les escucho y enseguida me levanto, me acerco decidido, me dirijo a ellos,
alargo las manos, les alcanzo, (uso tecnología punta informática,
imágenes virtuales en tiempo real, cámaras y portátiles, programas que no hay en el mercado)
y descuelgo las medallas que penden de sus pechos,
las estrellas de las guerreras, los brazos de los percheros,
sus cuellos, sus manías, sus sombreros, sus escoltas, sus esqueletos,
(una página especialmente asegurada con claves que ni yo conozco)
y una a una, desmonto sus palabras, sus miradas, sus espaldas, sus ejércitos,
sus manías, sus muñecas, las automáticas, en cajas de municiones las
embalo, y suavemente los deposito, entre los volúmenes, en el vientre de un gracioso Maribú:
son muy originales y siempre visitan los lugares más estratégicos.
-Al caer la noche, oscurece el aire-