Maribú
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Manuel Alonso
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Maribú
con ese aire marcial que intenta disimular sus barrigas,
Hablan de la belleza natural de la guerra,
en las rótulas de los pájaros se acomodan,
bostezan en las gradas de los hipódromos,
maldicen en las escaleras automáticas del metro,
Hablan de los órganos de las distintas unidades operativas
de las incursiones nocturnas de los helicópteros
de la prioridad en interceptar los sentimientos,
de la necesidad imperiosa de alcanzar los objetivos,
y de la urgente aprobación de los presupuestos.
Hablan desde los púlpitos y los monóculos,
desde las cámaras de las videoconferencias,
desde los monitores de sus gabinetes de prensa,
desde las murallas inexpugnables de sus despachos,
y dan las órdenes oportunas a sus subordinados,
que les escoltan con carteras de mano abultadas,
antes de degustar el excelente menú
que el coronel de la base les ofrece
en un comedor reservado precisamente
para la ocasión.
-Oscurece el aire, al caer la noche-
Yo les escucho entre los volúmenes,
(un pinganillo en el oído, capturando la conversación vía satélite)
desde la sobriedad de las túnicas y la hospitalidad de las tiendas,
con el Corán abierto sobre la alfombra del desierto,
el cuerpo curvado, las manos abiertas, extendidas, agachando la cabeza
como los girasoles, orando, orientando la mirada hacia
la sagrada ciudad de mi espíritu.
Les escucho y enseguida me levanto, me acerco decidido, me dirijo a ellos,
alargo las manos, les alcanzo, (uso tecnología punta informática,
imágenes virtuales en tiempo real, cámaras y portátiles, programas que no hay en el mercado)
y descuelgo las medallas que penden de sus pechos,
las estrellas de las guerreras, los brazos de los percheros,
sus cuellos, sus manías, sus sombreros, sus escoltas, sus esqueletos,
(una página especialmente asegurada con claves que ni yo conozco)
y una a una, desmonto sus palabras, sus miradas, sus espaldas, sus ejércitos,
sus manías, sus muñecas, las automáticas, en cajas de municiones las
embalo, y suavemente los deposito, entre los volúmenes, en el vientre de un gracioso Maribú:
son muy originales y siempre visitan los lugares más estratégicos.
-Al caer la noche, oscurece el aire-
-
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re: Maribú.
Ha sido un placer
Besos
Pilar
- Julio Gonzalez Alonso
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re: Maribú.
Salud.
- Rosa Marzal
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- Manuel Alonso
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- Rafel Calle
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Ha sido un placer leerte. Felicidades por el poema, de lo mejor que te he leído en Alaire.
Un cordial abrazo.
- J. J. Martínez Ferreiro
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re: Maribú.
Un abrazo.
- Israel Liñán
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- Óscar Distéfano
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re: Maribú.
Un abrazo grande.
Óscar
http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
- José Manuel F. Febles
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re: Maribú.
Un Canario desde México.
José Manuel F. Febles
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Re: Maribú.
Manuel Alonso escribió:Hablan los generales, las manos en los bolsillos,
con ese aire marcial que intenta disimular sus barrigas,
Hablan de la belleza natural de la guerra,
en las rótulas de los pájaros se acomodan,
bostezan en las gradas de los hipódromos,
maldicen en las escaleras automáticas del metro,
Hablan de los órganos de las distintas unidades operativas
de las incursiones nocturnas de los helicópteros
de la prioridad en interceptar los sentimientos,
de la necesidad imperiosa de alcanzar los objetivos,
y de la urgente aprobación de los presupuestos.
Hablan desde los púlpitos y los monóculos,
desde las cámaras de las videoconferencias,
desde los monitores de sus gabinetes de prensa,
desde las murallas inexpugnables de sus despachos,
y dan las órdenes oportunas a sus subordinados,
que les escoltan con carteras de mano abultadas,
antes de degustar el excelente menú
que el coronel de la base les ofrece
en un comedor reservado precisamente
para la ocasión.
-Oscurece el aire, al caer la noche-
Yo les escucho entre los volúmenes,
(un pinganillo en el oído, capturando la conversación vía satélite)
desde la sobriedad de las túnicas y la hospitalidad de las tiendas,
con el Corán abierto sobre la alfombra del desierto,
el cuerpo curvado, las manos abiertas, extendidas, agachando la cabeza
como los girasoles, orando, orientando la mirada hacia
la sagrada ciudad de mi espíritu.
Les escucho y enseguida me levanto, me acerco decidido, me dirijo a ellos,
alargo las manos, les alcanzo, (uso tecnología punta informática,
imágenes virtuales en tiempo real, cámaras y portátiles, programas que no hay en el mercado)
y descuelgo las medallas que penden de sus pechos,
las estrellas de las guerreras, los brazos de los percheros,
sus cuellos, sus manías, sus sombreros, sus escoltas, sus esqueletos,
(una página especialmente asegurada con claves que ni yo conozco)
y una a una, desmonto sus palabras, sus miradas, sus espaldas, sus ejércitos,
sus manías, sus muñecas, las automáticas, en cajas de municiones las
embalo, y suavemente los deposito, entre los volúmenes, en el vientre de un gracioso Maribú:
son muy originales y siempre visitan los lugares más estratégicos.
-Al caer la noche, oscurece el aire-
Una de las grandes significaciones de este enorme poema es el símbolo de vida y limpio juego en el icono de la cigueña. Es un poema de gran aplicación mística; enumera el arsenal de la guerra, y lo desarma con símbolos de bien, puros en cuanto a ser cosas de niños (y poetas) transformar la guerra en manso esparcimiento... dije muchos significados, y no me equívoco en esta instancia, mira, ese soldado está vestido así por instrucción de aire tóxico, por una mente oscura, torcida...ese soldado tampoco sabe qué es matar y qué es morir...pero sabe algo de nacer... para mi gusto, uno de los mejores poemas que he leído últimamente. Abrazos, ERA
- Manuel Alonso
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