Rafael Teicher en el Espejo

[Rafael Teicher]

safael Teicher en el Espejo



Rafael Teicher nació cerca de las oficinas de un banco, había árboles fríos a los lados de la calle, en la calle donde estaba ese cuadrado de memoria donde nació.

Rafael Teicher no se llama exactamente Rafael Teicher, se llama Armando Rafael Teicher, pero un mago le frotó los ojos cuando niño, se los frotó con hígado de pescado, por eso perdió el primer anzuelo de oro, y quedó desnudo de pectorales hacia arriba, así: Rafael Teicher.

A los 5 años aprendió a leer solo como un matemático del FBI. Leía los 67 cuentos de Edgar Allan Poe bajo la mesa del comedor, aprovechando la tibieza invisible del perro, del sol sobre la cera del piso.

Se enfermaba dos veces por mes Rafael Teicher, como hallando una suerte de enfermedad leve y continua, un ardor dulce en el cuerpo blanco y delicado, fiebre astral.
Y cuando se enfermaba componía cuentos de momias como cosiendo, como echando agua sobre la arena seca.

Luego, Rafael Teicher, estudiaba cartomagia, aperturas abiertas de ajedrez como la Ruy López o el Gambito de Rey, diseñaba ojos robóticos, daba la pelota azul contra el muro, enunciando, amaba la parra del patio, amaba las bicicletas cuando están inmóviles contra los troncos, amaba el agua, temía al agua.

Caminaba por los techos, Rafael Teicher, buscando rastros de sol, baba de hormigas, trozos de avión precipitados, pelos de axila volando.
Sabía meter el índice en el ojo de la lluvia y ponerle los bucles detrás de las orejas. Estaba lleno de ternura.

Rafael Teicher, un pozo al revés, un caballo atrapado en un caballo atrapado en un caballo: viento del caballo que ya no está, luz sin detenimiento.

Descubrió pronto el poder de la música. Descubrió que no era música la música, sino poder escondido, varita de fresno.

Iba por el mundo Rafael Teicher, maravillado sin saberlo, con gesto enojoso, sabio, común también.
Iba tocando los lomos calientes de los autos, iba juntando semillas de paraíso, estudiando el funcionamiento de los transistores en grandes libros imposibles.

Las moras le gustaban al reventar en las manos, al manchar las manos como en un crimen, pero fingía que le gustaban para comer, como a los otros.

Sabía que pensando podía mover un cubo de papel, pero esperaba el momento oportuno con cierta satisfacción perfecta.

Rafael Teicher iba perdiendo masas de Rafael Teicher hacia el futuro, como cabelleras en fuga, como caricias pendientes.
Se le iba el cuerpo del otro lado del instante, sonriendo, sin ironía.
De tal modo se le marchaba corriendo el peso, los centros tácticos, el organismo sustentador, que se quedaba como un perfume de pie, en medio de la lluvia, o de la ventana que mira la lluvia.

Mareado de posibles empujaba la biblioteca enorme para entrar en la cueva del sueño.
Jugaba a la pelota como leyendo a Rabelais ( aunque lo leería mucho más tarde ), pateaba a lo Heidegger o a lo Kant ( dudando, definiendo el juego ), y leía a los tumbos como un pájaro caído, como un mono, con rabia adelantada.

Cuando estaba en cama, las manos se le henchían como globos claros, como alientos de puma, y también se le iban cual lágrimas no deseadas y sobreprotegidas.

Lo que más le gustaba comer a Rafael Teicher era galletitas de agua con manteca, aún el roquefort, las sardinas, los frijoles con tocino, el café negro, estaban como dormidos en su buche dormido, vacío de besos.

Hojeaba libros de la segunda guerra y retenía los nombres de los tanques, los amarillos, los de Rommel.
Esperaba los cortes de luz para oler las velas como un topo, perdía la nariz ya solamente pegada a un recuerdo de cuerpo, en esas olidas poseas.

A Rafael Teicher le fascinaba la brea, la tiza, las piernas de una chica de anteojos que miraba la bandera no entendiendo, que miraba hacia adentro como la campana cuando repica.

Su pequeña filosofía lo hacía proclive a la primera instancia de la noche, la empapada, la estelar; esa noche que sacude el rabo de gatuna y expulsa ovnis, monedillas, tuercas de pala mecánica.

El papel de las revistas de Batman siempre le parecía misterioso a Rafael, cerrado como un nombre, unívoco y solo. Agradable a los ojos como un huevo frito.

Se sentía protegido, elegido, bíblico, valiente para atravesar conos sombríos, pionero para trepar montículos de barro sin mancharse las rodillas.
Se sentía intentando una carrera hasta ese cuerpo que se le chorreó del otro lado del biombo de los ojos.

De esta suerte se fue alcanzando lentamente, se tomó de los sobacos, se besó en el cuello, se pasó volando, se soltó en la casa del brillo cansado, se bajó de la balanza, se fue de su alma rumbo a la verdad del cuerpo.

Rafael Teicher, ahora que duerme con los veladores en alto, borremos los espejos, lustremos sus zapatos, ordenemosle la casa.

Que seas feliz Rafael, has trabajado el mundo sin descanso.


Rafael Teicher

[Viví Flores Massares]

Rafael Teicher es sinónimo de magia, donde y cuando sea, palabra para soñar y vivir los mundos de Rafael Teicher, que son todos los mundos y ninguno, pero siempre llegan a tocarnos algo más que los ojos.

Yo no quiero atosigarlo,pero creo que queda clara la admiración, Rafael Teicher.

[Tania Alegria]

Muda de asombro me voy con el corazón hecho un aplauso a su mp para pedirle permiso para copiar ese texto.

Placer en conocerle, Rafael Taicher. Si quiere saber de mí estoy en "Marién", en el subforo Relatos Cortos.

Un abrazo.

[Alondra Santoni]

Un gusto conocerte, Rafael.
Excelente texto

Un abrazo

[Pilar Morte]

Me parece una maravilla pasear por estas letras donde todos, en un decir u otro, nos podemos reconocer. He disfrutado mucho leyendo el tiempo de tu despertar
Un abrazo
Pilar

[Just Gafar]

Que palabras se han labrado en tu nombre amigo Rafael. Bellísimo poema, tejido de recuerdos maravillosos.

Me place leerte en esta tarde


Abrazos

[Ernesto perez]

Es realmente complicado analizarte, sobretodo para mi que soy un total aficionado de todas las vertientes, solo se cuando algo me gusta y cuando no.

Este poema es para llevarselo y releerlo continuamente, siempre se descubriran cosas nuevas.

Te admiro en silencio.

Saludos.

[Alonso de Molina]

esta remembranza me transporta equilibrista a la edad del pavo (mi pavo),
gracias por escribirlo.

"Caminaba por los techos, Rafael Teicher, buscando rastros de sol, baba de hormigas, trozos de avión precipitados, pelos de axila volando.
Sabía meter el índice en el ojo de la lluvia y ponerle los bucles detrás de las orejas. Estaba lleno de ternura"



fraternal abrazo

.

[Rafael Teicher]

Gracias Just por tus palabras, te agradezco

un saludo cordial para ti , gracias

Rafael

[Rafael Teicher]

Gracias Alonso por tu presencia y tu abrazo, otro para ti

Un respeto y un saludo

Rafael

[Rafael Teicher]

Gracoas Ernesto, siempre agradecido por toda palabra

Un abrazo

Rafael

[Rafael Teicher]

Gracias Pilar por tu gentileza, un cordial abrazo

Rafael

[Rafael Teicher]

Gracias Alondra, un gusto que te agrade

Muchos saludos para ti desde Argentina

Rafael

[Rafael Teicher]

Gracias Viví por tus palabras, un saludo cordial

Rafael

[Lila Manrique]

Un buen retrato de Rafael,
y dicho así, es especial y maravilloso.
Un abrazo