La alfombra de la fantasía
Publicado: Mié, 17 Mar 2010 23:45
Cae nieve con limón ácido y naturaleza viva,
como si un picado de hielo, para cóctel, se tratara.
Es la sensación de un abrazo helado y cálido a la vez,
el manso aceite con aroma de brisa helada,
un manto de algodón elaborado con dunas de esencia de coco,
la vivencia de compartir un rinconcito de tapiz,
la forma perfectamente elaborada de formar parte del lienzo.
En los instantes más venideros, lejanos, pasados o presentes,
-los futuros, aún no se reflejan en el horizonte-,
busco el trayecto audaz del misterio del arco iris,
cortejo la belleza,
con la que el bosque se viste de blanco enamorando los sentidos,
arrastrando su magia hacia las puertas del infinito.
Puedo, colocar un lazo rojo y envolver la imagen,
atesorando aquello que parece inaudito, frágil, bello y suave,
hacer volar dos alondras con alas de imaginación,
obligando al cielo azulado, y blanquecino, a obviar la tarde,
la penumbra y el oscuro ocaso de la noche.
Puedo hacerlo, sí, sentado sobre la alfombra de la fantasía,
acompañado por los duendes de un cuento de niños,
rodeado de palomas de blanco nacarado,
con los ojos cristalinos de ilusión, felicidad, hechizo.
Y todo ello, tan solo con sentarme en un risco
dándole rienda suelta a la imaginación.
A veces, hasta me siento poeta.
como si un picado de hielo, para cóctel, se tratara.
Es la sensación de un abrazo helado y cálido a la vez,
el manso aceite con aroma de brisa helada,
un manto de algodón elaborado con dunas de esencia de coco,
la vivencia de compartir un rinconcito de tapiz,
la forma perfectamente elaborada de formar parte del lienzo.
En los instantes más venideros, lejanos, pasados o presentes,
-los futuros, aún no se reflejan en el horizonte-,
busco el trayecto audaz del misterio del arco iris,
cortejo la belleza,
con la que el bosque se viste de blanco enamorando los sentidos,
arrastrando su magia hacia las puertas del infinito.
Puedo, colocar un lazo rojo y envolver la imagen,
atesorando aquello que parece inaudito, frágil, bello y suave,
hacer volar dos alondras con alas de imaginación,
obligando al cielo azulado, y blanquecino, a obviar la tarde,
la penumbra y el oscuro ocaso de la noche.
Puedo hacerlo, sí, sentado sobre la alfombra de la fantasía,
acompañado por los duendes de un cuento de niños,
rodeado de palomas de blanco nacarado,
con los ojos cristalinos de ilusión, felicidad, hechizo.
Y todo ello, tan solo con sentarme en un risco
dándole rienda suelta a la imaginación.
A veces, hasta me siento poeta.