Breve fábula del ave y los siete cielos
Publicado: Mar, 12 Feb 2008 2:21
Si las puertas de la percepción se depurasen,
todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito.
Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver
todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna.
William Blake
Breve fábula del ave y los siete cielos
I-
En los senderos de piedra que habita el guijarro
oí un llamado como de la aurora,
y al tintineo fúnebre de las campanas de barro
siguió el murmullo de luciérnagas en el jardín,
y el crujir de mis pasos en el ancho bosque
me recordaba al estertor de las hojas en otoño.
Caminé por la ribera durante diez años,
hasta que, en la onceava noche de luna llena,
bajo un ciprés inmenso de frondas de oro,
encontré un cofre rodeado de pétalos de loto,
y al abrirlo, destellando etéreas lumbres,
se me apareció un ave, mas blanca que el alba.
¡Milagro! ¡Aparición del sueño a mediodía!
El pájaro, silbando acordes en el viento,
me habló de las torres y flores silvestres,
y del mar, cuando al encallar en sus fauces los ríos,
las gotas se pierden en lo eterno,
colándose en la amarillenta espuma.
En vuelo fugaz nos alzamos a las nubes
y nos fue mostrado el Nirvana;
y el tarot,
hizo de nuestros sesos un mazo de naipes.
II-
El primer cielo que abordamos fue el de los leprosos;
paganos buitres sucumbían en los taludes,
como la hormiga bajo los pies de un titán,
abriéndose paso entre los gladiolos del parque.
El azur, imaginario éter sin cometas
me habló de esos templos de cartón,
donde los dioses de piedra juegan la ouija,
mientras maman de los pechos de la muerte.
Dijo el ave:
- Oro al idiota, torpeza al pobre-,
Y debimos irnos,
escalando los peldaños azules,
hasta perder de vista los inmensos abismos.
III-
El segundo cielo se enramaba de astros,
como un ciprés de frondas violetas,
y por allí caminaban los solitarios,
sin sombra y con el temple de Cerbero.
Durante mil años reinó el silencio,
la luna enfermó y le dimos de beber,
hasta que el vampiro sonrió en su tumba
y nos echó de aquellos páramos inviolables.
Los piélagos me susurraron,
y el ave apresuró su paso en la bóveda,
esquivando las brumas azuladas.
IV-
En el tercer peldaño encontramos cataratas,
una cascada que se cruzaba,
vaporosas nieblas de ámbar.
Las aguas no se movían, me hablaban.
Cantaban susurrando al caer en la hierba,
y la espesa lumbre roncaba lánguidamente,
como el áspid en los cañaverales.
El ave y yo, vivimos allí dos milenios,
pero, después de llover peces en la alfombra azul
y las inundaciones de estrellas,
partimos, sacudiendo escamas en la marea.
Ascendimos un peldaño mas.
V-
El cuarto escenario parecía un subterráneo,
pero los albañales se encontraban en el techo
y los faros en el suelo, encandilándome.
Paredes de laja burbujeaban miel,
y el risco lloraba en el fondo del suburbio,
teniendo en su lomo un ramillete de orquídeas.
Hablé con las flores pero no me oyeron.
Ateridos e impasibles,
Los árboles me miraban en la sombra.
El cielo al revés, pletórico en jardines;
allí estuvimos otros varios siglos,
pero el vapor de niebla nos obligó a huir,
antes del caer de las aguas tormentosas.
VI-
El quinto cielo era el del silencio eterno,
desolación de valles y bosques,
alquimia de voces que se extinguían
con el haz de luz de los soles errantes.
Fue la eternidad de lo fugaz,
de efímeros vientos, tenues brisas;
y allí nuestro reflejo hizo espejos de sombra,
como un largo río en la imagen del cielo.
Nos fuimos.
VII-
Temblaron las nubes al caer en el sexto cielo,
y ahí vimos un ventanal y una torre,
y hablamos con un serafín encapuchado
que se nos acercó entre los lupanares azules.
Nos contó la historia de los viejos chamanes,
para, cuando nos volvamos árboles,
de nuestras frondas sean colgados los hipócritas,
y que bebamos del puro arroyo de la verdad.
Vimos muchedumbres descendiendo,
cantando canciones de Persia y Babilonia
con liras hechas de piedra y mármol,
y ángeles y demonios erguidos en las cimas.
Bebimos de la ponzoña de las cloacas
y luego ascendimos al rayo mas elevado.
VIII-
Una luz brincó por arriba de las nubes,
y pronto nos hallamos en el mas alto cielo.
El piso estaba cubierto de alhelíes,
amapolas, lirios rojas y rosas carmesíes.
Después se desplomó un rayo en la alfombra,
y vimos crecer un oquedal brillantísimo,
de cuyos frutos bebimos ambrosia pura,
y la miel de los panales inextinguibles.
Y nos fuimos,
vislumbramos la eternidad en un día.
Oh sueño mío, musa mía,
ave que me llevas por los campos de la noche:
ya somos inmortales.
E.N.R.D
15/10/2007
todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito.
Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver
todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna.
William Blake
Breve fábula del ave y los siete cielos
I-
En los senderos de piedra que habita el guijarro
oí un llamado como de la aurora,
y al tintineo fúnebre de las campanas de barro
siguió el murmullo de luciérnagas en el jardín,
y el crujir de mis pasos en el ancho bosque
me recordaba al estertor de las hojas en otoño.
Caminé por la ribera durante diez años,
hasta que, en la onceava noche de luna llena,
bajo un ciprés inmenso de frondas de oro,
encontré un cofre rodeado de pétalos de loto,
y al abrirlo, destellando etéreas lumbres,
se me apareció un ave, mas blanca que el alba.
¡Milagro! ¡Aparición del sueño a mediodía!
El pájaro, silbando acordes en el viento,
me habló de las torres y flores silvestres,
y del mar, cuando al encallar en sus fauces los ríos,
las gotas se pierden en lo eterno,
colándose en la amarillenta espuma.
En vuelo fugaz nos alzamos a las nubes
y nos fue mostrado el Nirvana;
y el tarot,
hizo de nuestros sesos un mazo de naipes.
II-
El primer cielo que abordamos fue el de los leprosos;
paganos buitres sucumbían en los taludes,
como la hormiga bajo los pies de un titán,
abriéndose paso entre los gladiolos del parque.
El azur, imaginario éter sin cometas
me habló de esos templos de cartón,
donde los dioses de piedra juegan la ouija,
mientras maman de los pechos de la muerte.
Dijo el ave:
- Oro al idiota, torpeza al pobre-,
Y debimos irnos,
escalando los peldaños azules,
hasta perder de vista los inmensos abismos.
III-
El segundo cielo se enramaba de astros,
como un ciprés de frondas violetas,
y por allí caminaban los solitarios,
sin sombra y con el temple de Cerbero.
Durante mil años reinó el silencio,
la luna enfermó y le dimos de beber,
hasta que el vampiro sonrió en su tumba
y nos echó de aquellos páramos inviolables.
Los piélagos me susurraron,
y el ave apresuró su paso en la bóveda,
esquivando las brumas azuladas.
IV-
En el tercer peldaño encontramos cataratas,
una cascada que se cruzaba,
vaporosas nieblas de ámbar.
Las aguas no se movían, me hablaban.
Cantaban susurrando al caer en la hierba,
y la espesa lumbre roncaba lánguidamente,
como el áspid en los cañaverales.
El ave y yo, vivimos allí dos milenios,
pero, después de llover peces en la alfombra azul
y las inundaciones de estrellas,
partimos, sacudiendo escamas en la marea.
Ascendimos un peldaño mas.
V-
El cuarto escenario parecía un subterráneo,
pero los albañales se encontraban en el techo
y los faros en el suelo, encandilándome.
Paredes de laja burbujeaban miel,
y el risco lloraba en el fondo del suburbio,
teniendo en su lomo un ramillete de orquídeas.
Hablé con las flores pero no me oyeron.
Ateridos e impasibles,
Los árboles me miraban en la sombra.
El cielo al revés, pletórico en jardines;
allí estuvimos otros varios siglos,
pero el vapor de niebla nos obligó a huir,
antes del caer de las aguas tormentosas.
VI-
El quinto cielo era el del silencio eterno,
desolación de valles y bosques,
alquimia de voces que se extinguían
con el haz de luz de los soles errantes.
Fue la eternidad de lo fugaz,
de efímeros vientos, tenues brisas;
y allí nuestro reflejo hizo espejos de sombra,
como un largo río en la imagen del cielo.
Nos fuimos.
VII-
Temblaron las nubes al caer en el sexto cielo,
y ahí vimos un ventanal y una torre,
y hablamos con un serafín encapuchado
que se nos acercó entre los lupanares azules.
Nos contó la historia de los viejos chamanes,
para, cuando nos volvamos árboles,
de nuestras frondas sean colgados los hipócritas,
y que bebamos del puro arroyo de la verdad.
Vimos muchedumbres descendiendo,
cantando canciones de Persia y Babilonia
con liras hechas de piedra y mármol,
y ángeles y demonios erguidos en las cimas.
Bebimos de la ponzoña de las cloacas
y luego ascendimos al rayo mas elevado.
VIII-
Una luz brincó por arriba de las nubes,
y pronto nos hallamos en el mas alto cielo.
El piso estaba cubierto de alhelíes,
amapolas, lirios rojas y rosas carmesíes.
Después se desplomó un rayo en la alfombra,
y vimos crecer un oquedal brillantísimo,
de cuyos frutos bebimos ambrosia pura,
y la miel de los panales inextinguibles.
Y nos fuimos,
vislumbramos la eternidad en un día.
Oh sueño mío, musa mía,
ave que me llevas por los campos de la noche:
ya somos inmortales.
E.N.R.D
15/10/2007