Ese gato en el tejado
Publicado: Mar, 02 Mar 2010 3:56
Imaginate que el equilibrista retorna sobre el hilo del destino.
Nomás imaginatelo.
De nada hubieran servido los paraguas rosas y soberbios,
la albúmina heredada de la genética postrera,
los picos rozagantes de un barquito de papel.
Imaginate que los puntos se tornaran más continuos,
los ejes amorfos que sostenían la redada,
la parálisis de la sonrisa inmutable y tan cobarde
que pelear por mi cadáver y perder de la misma manera,
sólo de nada hubiera servido.
Tal vez si el viento se alojara en mis rodillas
para justificar el siniestro temblor que me propina la presencia
haciéndole cosquillas a la sombra del olvido.
Imaginatelo.
Sería el alma tan impúdica que me avergonzaría cargarla
y a la par de los latidos se arrodillaría el arcángel.
Así, de esa parodia sutil que montamos en los brazos caídos
para compensar la esmerilada crucifixión del letargo,
renacería la cuenta mientras los minutos aterrizarían desmayados.
Imaginate recogiendo los pasos hasta alcanzar la humareda del dintel.
Nada más, imaginatelo.
Nomás imaginatelo.
De nada hubieran servido los paraguas rosas y soberbios,
la albúmina heredada de la genética postrera,
los picos rozagantes de un barquito de papel.
Imaginate que los puntos se tornaran más continuos,
los ejes amorfos que sostenían la redada,
la parálisis de la sonrisa inmutable y tan cobarde
que pelear por mi cadáver y perder de la misma manera,
sólo de nada hubiera servido.
Tal vez si el viento se alojara en mis rodillas
para justificar el siniestro temblor que me propina la presencia
haciéndole cosquillas a la sombra del olvido.
Imaginatelo.
Sería el alma tan impúdica que me avergonzaría cargarla
y a la par de los latidos se arrodillaría el arcángel.
Así, de esa parodia sutil que montamos en los brazos caídos
para compensar la esmerilada crucifixión del letargo,
renacería la cuenta mientras los minutos aterrizarían desmayados.
Imaginate recogiendo los pasos hasta alcanzar la humareda del dintel.
Nada más, imaginatelo.