Y por las tardes, escucho a Mozart
Publicado: Lun, 11 Feb 2008 19:00
Y por las tardes, escucho a Mozart.
En el segundo movimiento,
me invento un paisaje de muñecas sin cabeza,
y em ognop a ralbah led séver,
como los Ángeles,
con yo, de tú,
que ya no estás.
(Siempre fui un velocista.
Podía correr los mil metros “Te amo tanto vida mía-no necesito a nadie”,
en 0´00007 diezmuchilésimas de segundo.)
Mi record fue la medalla de oro al jilipollas,
por un sprint escaleras abajo hasta el infierno,
hasta donde se hace el fracaso en cal viva y miles de grados centígrados,
hasta el botoncito rojo que sólo puede pulsa el presidente,
hasta los huevos,
ya lo se,
me auto destruyo, con demasiada frecuencia.
Cuando volví,
dode tenías que estar tú,
había un agujero tan grande,
que podía verse la calle Candelaria.
Aquel día,
te acabaste.
Así que ahora,
que se que existe el fin del mundo,
que las gotas de agua que caen del grifo de la ducha,
son animales comiéndome la espalda,
y mi almohada, un Tritapceratus que devora mi encéfalo,
también se,
que porque cuando tenías algo en la comisura de los labios,
y yo te hacia “Slurp”,
por eso me amabas.
Seguro que en el año LVK44KVL,
fabrican una pastilla para no sentir nada,
pero esta tarde,
si no fuera por Mozart,
no me importaría para nada,
que un planeta cualquiera llamado Ukabuca, situado en la galaxia de Atolón,
me cayera encima.
Ese mismo.
En el segundo movimiento,
me invento un paisaje de muñecas sin cabeza,
y em ognop a ralbah led séver,
como los Ángeles,
con yo, de tú,
que ya no estás.
(Siempre fui un velocista.
Podía correr los mil metros “Te amo tanto vida mía-no necesito a nadie”,
en 0´00007 diezmuchilésimas de segundo.)
Mi record fue la medalla de oro al jilipollas,
por un sprint escaleras abajo hasta el infierno,
hasta donde se hace el fracaso en cal viva y miles de grados centígrados,
hasta el botoncito rojo que sólo puede pulsa el presidente,
hasta los huevos,
ya lo se,
me auto destruyo, con demasiada frecuencia.
Cuando volví,
dode tenías que estar tú,
había un agujero tan grande,
que podía verse la calle Candelaria.
Aquel día,
te acabaste.
Así que ahora,
que se que existe el fin del mundo,
que las gotas de agua que caen del grifo de la ducha,
son animales comiéndome la espalda,
y mi almohada, un Tritapceratus que devora mi encéfalo,
también se,
que porque cuando tenías algo en la comisura de los labios,
y yo te hacia “Slurp”,
por eso me amabas.
Seguro que en el año LVK44KVL,
fabrican una pastilla para no sentir nada,
pero esta tarde,
si no fuera por Mozart,
no me importaría para nada,
que un planeta cualquiera llamado Ukabuca, situado en la galaxia de Atolón,
me cayera encima.
Ese mismo.