En sus manos he adobado este destino
y sin la espina,
estamos muertos.
(Demasiado muertos como para volver a vivir)
Tanta marea me ha desmembrado el canal
finiquitando la bruna sed,
dándole pendiente absuelta a la fiereza de la ruleta.
Y también se cae el alma castañeando de olvido.
La premura me hizo nido del flagelo
plástico recuerdo aseverando la sentencia,
y sin aquél lejano argumento
el eco se vuelve copiosamente malinterpretado.
Esa excusa de cemento se viene a entrometer,
esa infinita sapiencia de sangre azul,
asume el volátil y errabundo diagrama
trazado bajo la sombra de un silente bramido.
El náufrago voltea desde la barca del pecado.
La piedad asume el vértigo paulatino de una derrota,
y una tras otra se apiñan las miradas
para regresárselas en agosto.