Sólo un verso y me asqueo de la ausencia
yéndome en el humo del abecedario de un gnomo.
Me caí del café por las grutas de la angustia,
me arremangué los párpados al son de la lágrima negra,
me coroné bohemia y poesía,
divagando al trote del tambor de un beso.
(Presiento que la palidez me delataría
si no le hago culto al alquiler del alma)
Esta misma locura que asalta la estrechez de la sentencia,
esta insolente ambigüedad de asfixiarme entre los hombros,
este callejón inoportuno del olvido,
vienen a configurar la osadía de una migraña.
No vuelvo a resguardarme en el flanco enemigo,
tendenciosa guerra que alimentó la hazaña
plagada de puntos suspensivos
nunca antes tan peligrosos.
Este amor,
ese amor,
aquel amor…