Tornasolado
Publicado: Dom, 17 Ene 2010 18:16
Me ahoga este domingo.
Dios está distraído y silencioso
contando colillas en la mesa de noche.
Llueven esqueletos sobre los charcos del alma:
soledad, remedios, vicios.
La líquida espera de la noche
para que se caiga de una vez la ausencia
vuelve a cortarme los tobillos
que pesan de frío,
pesan de remordimientos,
de pluviales historias,
montañas muertas del monumento a una sonrisa.
Ni siquiera sé si llueve para calumniarme
o la tristeza me ha pintado el diluvio,
si no fuera así de transparente,
sin vos,
sería mejor tragarme el sol,
que se decanten los hoyuelos de la liturgia,
humedeciendo tus palabras secas,
la amarga sombra en la ochava que renace a diario.
Al menos algo destroza el silencio,
estando con el viento no estoy tan sola,
no me acosan los libros de filosofía sin leer,
no me aterra la sílaba punzante del olvido.
Ni siquiera sé si es domingo,
o me ha echado trampas la hora,
hora de perder la costumbre,
hora de ser en un tiempo, una cosa.
Es mejor que sea domingo y llueva,
que se hunda el cielo en el vidrio de la ventana
que las isoyetas del duelo se lleven la prisa,
que se almidone el recuerdo de infancia
de llorar por la lluvia,
y no llorar por las carabelas hundidas.
Los espejos de cartón se prestan al paisaje,
dicen que es domingo y llueve,
llueve porque no estás,
y es domingo porque tal vez,
mañana vuelvas.
Dios está distraído y silencioso
contando colillas en la mesa de noche.
Llueven esqueletos sobre los charcos del alma:
soledad, remedios, vicios.
La líquida espera de la noche
para que se caiga de una vez la ausencia
vuelve a cortarme los tobillos
que pesan de frío,
pesan de remordimientos,
de pluviales historias,
montañas muertas del monumento a una sonrisa.
Ni siquiera sé si llueve para calumniarme
o la tristeza me ha pintado el diluvio,
si no fuera así de transparente,
sin vos,
sería mejor tragarme el sol,
que se decanten los hoyuelos de la liturgia,
humedeciendo tus palabras secas,
la amarga sombra en la ochava que renace a diario.
Al menos algo destroza el silencio,
estando con el viento no estoy tan sola,
no me acosan los libros de filosofía sin leer,
no me aterra la sílaba punzante del olvido.
Ni siquiera sé si es domingo,
o me ha echado trampas la hora,
hora de perder la costumbre,
hora de ser en un tiempo, una cosa.
Es mejor que sea domingo y llueva,
que se hunda el cielo en el vidrio de la ventana
que las isoyetas del duelo se lleven la prisa,
que se almidone el recuerdo de infancia
de llorar por la lluvia,
y no llorar por las carabelas hundidas.
Los espejos de cartón se prestan al paisaje,
dicen que es domingo y llueve,
llueve porque no estás,
y es domingo porque tal vez,
mañana vuelvas.