EN EL ANIVERSARIO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Publicado: Dom, 03 Ene 2010 18:46
Miguel Hernández Gilabert, natural de Orihuela (Alicante) comparece ante este Tribunal y es hallado culpable de auxilio a la rebelión, por lo cual es condenado a muerte. La fecha de ejecución se fijará en los términos y plazos previstos por la Ley. Su Excelencia el Generalísimo podrá condonarle la pena capital, si así lo estima justo y clemente, por la de cadena perpetua y accesorias. El penado Miguel Hernández Gilabert, que cumple pena de treinta años de reclusión, en esta prisión provincial de Alicante, ha fallecido en la madrugada de hoy. Mes de marzo de 1942. El fallecimiento se comunica a la familia, siguiendo el procedimiento habitual. En esta establecimiento penitenciario se persona, por la familia, su esposa Josefina Manresa, quien se hace cargo de sus efectos personales. Al comunicar el fallecimiento al padre del recluso, se ha limitado a decir:"Él se lo ha buscado". En Alicante, a tantos de tantos de 1942. El funcionario. Firma ilegible.
Miguel Hernández, (1910-1942), sin más apellidos, es el hombre que lucha por hacerse un sitio en la poesía española de los años 30, porque quiere ser el mejor poeta de España, y así lo dice, calzado con esparteñas, delante de Federico García Lorca . Su camino es la poesía, el poema, la voz que nace nueva y se dice a sí misma original y fuerte.
Mas no basta el amor, ni ese símbolo trágico del toro, ni los sonetos publicados en El rayo que no cesa . Hay que subir al cielo del obrero, hay que coger el arma y defender con fuerza la causa de la República, amenazada de muerte por la espada y las tropas aficanas. Hay que firmar un compromiso ético y estético con El niño yuntero, para evitar que se lo trague la tierra. Hay que decir un no rotundo y seco contra quienes desde las salas de banderas están acabando con las vidas de tantos y tantos españoles. Nace así esa luz que no cesa, es Viento del pueblo, que reclama en la voz de Miguel la libertad de todos, la esperanza de paz, la querencia de aldea.
Clama el poeta delante de los fusiles, da zarpazos de león, aprieta los dientes contra la grama y con su voz y aliento hace más grande el día y más bella la noche. Sabe sonrerír, sabe luchar con ganas por su pueblo; escribe, piensa y siente. Se nos hace de barro, alado como el barro, alado como el ángel que cayese en combate y se nos hace río, bandera de las fuentes. Así queda Miguel bruñido para siempre, mientras conoce el verso que nace en los barrotes oxidados. Y es un canto que brota de la garganta honda, de la garganta hombre de quien sufre la ausencia de la esposa y del hijo, sin que su padre quiera visitarlo al menos una vez.
El cielo se serena, ya se sosiega el odio, ya aparecen los trigos sobre el poema oculto entre la ropa sucia. Pero su herida es sangre o es amarillo el tiempo, porque sigue Miguel entre nosotros, porque su verso es verso, porque su canto es canto de hombre libre, porque su voz se amansa o se llena de cólera que trasciende el momento. El arte y la poesía permanecen muy vivas en sus libros, sin añadidos torpes, sin didácticas torpes de los dómines. Miguel es hoy bandera del arte y la poesía, del verso bien oído que se pasa al papel y al manchar su blancura nos deja la simiente de los campos, la espuma más fecunda del arroyo, el gesto más viril de los soldados y el hambre, tanta hambre, de quien quiere vivir la libertad del hombre.
Miguel es el poeta que se quiso a sí mismo por honrado, que se hizo a sí mismo por fecundo, que se metió en el fango para salvar la rosa que moría, que murió por salvar la libertad del pueblo.
Miguel Hernández, (1910-1942), sin más apellidos, es el hombre que lucha por hacerse un sitio en la poesía española de los años 30, porque quiere ser el mejor poeta de España, y así lo dice, calzado con esparteñas, delante de Federico García Lorca . Su camino es la poesía, el poema, la voz que nace nueva y se dice a sí misma original y fuerte.
Mas no basta el amor, ni ese símbolo trágico del toro, ni los sonetos publicados en El rayo que no cesa . Hay que subir al cielo del obrero, hay que coger el arma y defender con fuerza la causa de la República, amenazada de muerte por la espada y las tropas aficanas. Hay que firmar un compromiso ético y estético con El niño yuntero, para evitar que se lo trague la tierra. Hay que decir un no rotundo y seco contra quienes desde las salas de banderas están acabando con las vidas de tantos y tantos españoles. Nace así esa luz que no cesa, es Viento del pueblo, que reclama en la voz de Miguel la libertad de todos, la esperanza de paz, la querencia de aldea.
Clama el poeta delante de los fusiles, da zarpazos de león, aprieta los dientes contra la grama y con su voz y aliento hace más grande el día y más bella la noche. Sabe sonrerír, sabe luchar con ganas por su pueblo; escribe, piensa y siente. Se nos hace de barro, alado como el barro, alado como el ángel que cayese en combate y se nos hace río, bandera de las fuentes. Así queda Miguel bruñido para siempre, mientras conoce el verso que nace en los barrotes oxidados. Y es un canto que brota de la garganta honda, de la garganta hombre de quien sufre la ausencia de la esposa y del hijo, sin que su padre quiera visitarlo al menos una vez.
El cielo se serena, ya se sosiega el odio, ya aparecen los trigos sobre el poema oculto entre la ropa sucia. Pero su herida es sangre o es amarillo el tiempo, porque sigue Miguel entre nosotros, porque su verso es verso, porque su canto es canto de hombre libre, porque su voz se amansa o se llena de cólera que trasciende el momento. El arte y la poesía permanecen muy vivas en sus libros, sin añadidos torpes, sin didácticas torpes de los dómines. Miguel es hoy bandera del arte y la poesía, del verso bien oído que se pasa al papel y al manchar su blancura nos deja la simiente de los campos, la espuma más fecunda del arroyo, el gesto más viril de los soldados y el hambre, tanta hambre, de quien quiere vivir la libertad del hombre.
Miguel es el poeta que se quiso a sí mismo por honrado, que se hizo a sí mismo por fecundo, que se metió en el fango para salvar la rosa que moría, que murió por salvar la libertad del pueblo.