Sueños (visiones de interminable tristeza)
Publicado: Mié, 06 Feb 2008 23:41
Sueños (visiones de interminable tristeza)
Soñé, hoy, mi entierro bajo la imponente lluvia,
los sueños espolvoreados de estrellas verdes
y el estertor de mi agonía en los cabellos del alba;
diáfanas lumbres de descoloridos cielos
en los falsos arco iris del llanto de los cipreses,
que a la tormenta bogan en infaustos torrentes.
Soñé las lágrimas del mar vertiendo las cuencas del alma
en un sueño de navíos semejantes a cometas
de fuego cruzando los rotos azules del Empíreo;
cristalinos castillos de quien halla la calma
en alas de la muerte cuando los sepulcros ve llenos,
o a Satán desmadejando la urna de los versos.
Soñé los lívidos ríos serpenteando hacia el sol,
burbujeantes puñales que mis llantos dibujan
en cascadas de un poema que anhela el invierno;
grandes carrozas del adiós de maltrechas lunas
en fúnebres pañuelos teñidos de inocencia,
la azulada sangre de vetustas noches y grises alamedas.
Soñé un prismático helecho de lirios perfumados,
miles de colores recorriendo los altos bosques
donde crecen zafiros cual pétalos de estío,
donde sólo lunas son flores enfermizas
cuyas roncas luces emiten atroces lamentos de agonía
de un poeta muerto en la horca de los delirios.
¡Soñé a las estrellas en dolorosa muerte cayendo!
Coronadas ya de racimos y celestes bergantines,
ya pálidas, marchitas y azotadas por los vientos,
donde un tenue céfiro sopla sus etéreas mansiones
desgajando la luz que cuelgan en los hogares del alba,
cuando la noche viene en pétalos de claveles muertos.
Soñé los versos ser graciosas bolas de nieve,
las estrofas blancos glaciares alzados en inmortales piedras
y el poema entero un aguacero inagotable de versos;
pinté a los recuerdos como errantes navíos
en la mar triste de un poeta gris ya olvidado,
cuando la lluvia galopaba en los rincones de mi sueño.
¡Soñé una vez más que yo era el invierno
y que mi papel era estío y mis llantos zafiros!
Fue ahí donde hallaba refulgentes lunas
pulidas cual gracioso cetro de un rey coronado,
árboles adornados de blancas y gráciles estrellas,
y soles, y ríos de silencio encallando en los cielos.
Soñé rocas de alabastro golpeando las ventanas,
donde, bajo espesas nieblas como torrentes,
las visiones venían escalonando en mis tintas,
y así un ángel vestido de luto y con verdes arpas
corría los velos del alma desatando los ensueños,
y ellos dormían en la noche trémula del silencio.
Soñé, también, al crepúsculo del color del ónice,
porque la noche, atada en las planicies del cielo,
vertía en mi débil canto los polvos del deceso,
y allí donde era invierno no había ya cometas
cruzando el sendero preparado a los buenos poetas,
ni musas de cartón de rojas luciérnagas coronadas.
¡Soñé la embalsamada noche de los cantores,
las alciónicas perlas que abaten versos,
las calles del mundo abismal del sueño
donde en las oníricas canciones del Olimpo
serpenteaban las voces de histriónicas nubes,
cayendo como lluvias de fuego en las montañas!
Soñé la destilada esencia de quien enciende cielos,
en el desgarrado grito de brasas en hogueras
de soledad, como lumbres en el arco del mundo,
y quizás lloré tantas aguas que bogué en inmenso río,
como las floridas lluvias ornamentadas de nieve
que se rejuntan en los mares donde nadie navegó.
He soñado tanto que llenaré inmensos cofres,
como lirios golpean la frente de los féretros
ya olvidados, que bajo tierra se ahogan;
¡La mirada perpetuada de interminables anhelos!
¿Es allí donde te ahogas, oh virginal soplo
de eternos sueños, interminable tristeza?
E.N.R.D.
17/06/2007
Soñé, hoy, mi entierro bajo la imponente lluvia,
los sueños espolvoreados de estrellas verdes
y el estertor de mi agonía en los cabellos del alba;
diáfanas lumbres de descoloridos cielos
en los falsos arco iris del llanto de los cipreses,
que a la tormenta bogan en infaustos torrentes.
Soñé las lágrimas del mar vertiendo las cuencas del alma
en un sueño de navíos semejantes a cometas
de fuego cruzando los rotos azules del Empíreo;
cristalinos castillos de quien halla la calma
en alas de la muerte cuando los sepulcros ve llenos,
o a Satán desmadejando la urna de los versos.
Soñé los lívidos ríos serpenteando hacia el sol,
burbujeantes puñales que mis llantos dibujan
en cascadas de un poema que anhela el invierno;
grandes carrozas del adiós de maltrechas lunas
en fúnebres pañuelos teñidos de inocencia,
la azulada sangre de vetustas noches y grises alamedas.
Soñé un prismático helecho de lirios perfumados,
miles de colores recorriendo los altos bosques
donde crecen zafiros cual pétalos de estío,
donde sólo lunas son flores enfermizas
cuyas roncas luces emiten atroces lamentos de agonía
de un poeta muerto en la horca de los delirios.
¡Soñé a las estrellas en dolorosa muerte cayendo!
Coronadas ya de racimos y celestes bergantines,
ya pálidas, marchitas y azotadas por los vientos,
donde un tenue céfiro sopla sus etéreas mansiones
desgajando la luz que cuelgan en los hogares del alba,
cuando la noche viene en pétalos de claveles muertos.
Soñé los versos ser graciosas bolas de nieve,
las estrofas blancos glaciares alzados en inmortales piedras
y el poema entero un aguacero inagotable de versos;
pinté a los recuerdos como errantes navíos
en la mar triste de un poeta gris ya olvidado,
cuando la lluvia galopaba en los rincones de mi sueño.
¡Soñé una vez más que yo era el invierno
y que mi papel era estío y mis llantos zafiros!
Fue ahí donde hallaba refulgentes lunas
pulidas cual gracioso cetro de un rey coronado,
árboles adornados de blancas y gráciles estrellas,
y soles, y ríos de silencio encallando en los cielos.
Soñé rocas de alabastro golpeando las ventanas,
donde, bajo espesas nieblas como torrentes,
las visiones venían escalonando en mis tintas,
y así un ángel vestido de luto y con verdes arpas
corría los velos del alma desatando los ensueños,
y ellos dormían en la noche trémula del silencio.
Soñé, también, al crepúsculo del color del ónice,
porque la noche, atada en las planicies del cielo,
vertía en mi débil canto los polvos del deceso,
y allí donde era invierno no había ya cometas
cruzando el sendero preparado a los buenos poetas,
ni musas de cartón de rojas luciérnagas coronadas.
¡Soñé la embalsamada noche de los cantores,
las alciónicas perlas que abaten versos,
las calles del mundo abismal del sueño
donde en las oníricas canciones del Olimpo
serpenteaban las voces de histriónicas nubes,
cayendo como lluvias de fuego en las montañas!
Soñé la destilada esencia de quien enciende cielos,
en el desgarrado grito de brasas en hogueras
de soledad, como lumbres en el arco del mundo,
y quizás lloré tantas aguas que bogué en inmenso río,
como las floridas lluvias ornamentadas de nieve
que se rejuntan en los mares donde nadie navegó.
He soñado tanto que llenaré inmensos cofres,
como lirios golpean la frente de los féretros
ya olvidados, que bajo tierra se ahogan;
¡La mirada perpetuada de interminables anhelos!
¿Es allí donde te ahogas, oh virginal soplo
de eternos sueños, interminable tristeza?
E.N.R.D.
17/06/2007