Editorial Alaire

La orfandad de las calles tiene espejos
en todos los exilios interiores,
los rostros del ausente
se reflejan en caras
que transitan ciudades con la lluvia.

Abandonados cuerpos del otoño
inician los caminos de la herida
y permiten que el hambre,
de la complicidad y la locura,
se haga con el código del mundo.

Los seres de la niebla melancólica
se desnudan con luces entre sombras,
para que el agua pueda diluirlos
en el barro de un tiempo sin naufragios.



Ana Muela Sopeña

Me gusta la idea que desarrollas en este poema, o al menos, la que yo alcanzo a interpretar, en una ciudad de tantas, con sus aceras, con sus calles, con sus edificios y los rostros que miran asustados desde dentro de sus casas. Algo cercano, que se siente al leer, que aterriza en cualquiera como si fuese el aeropuerto de esa llegada.

Me ha gustado. Un beso grande.

No puedo tener certezas en las claves con que escribes este poema. A mí me sugiere fuertemente la semblanza de los muertos grabada a golpe de genes en el rostro de los vivos, un poco más cansados, como con el peso de la historia. Vamos, que me ha gustado mucho.

Un beso bien presente.

Ana Muela Sopeña escribió:La orfandad de las calles tiene espejos
en todos los exilios interiores,
los rostros del ausente
se reflejan en caras
que transitan ciudades con la lluvia.

Abandonados cuerpos del otoño
inician los caminos de la herida
y permiten que el hambre,
de la complicidad y la locura,
se haga con el código del mundo.

Los seres de la niebla melancólica
se desnudan con luces entre sombras,
para que el agua pueda diluirlos
en el barro de un tiempo sin naufragios.



Ana Muela Sopeña

Ana querida ... me dejás sin palabras, tan hondo llega tu poema.
Es una belleza.

Besos y mis aplausos una vez más.

Me gusta tu interpretación, Juanmi. Es sugestivo saber que un poema puede sugerir varias cosas a un lector.

Siempre las pérdidas (de los que se fueron o fallecieron ya) en los rostros de los que nos rodean. Y después de las pérdidas vienen los encuentros...

Un abrazo
Ana

La orfandad de las calles tiene espejos
en todos los exilios interiores,
los rostros del ausente
se reflejan en caras
que transitan ciudades con la lluvia.

Abandonados cuerpos del otoño
inician los caminos de la herida
y permiten que el hambre,
de la complicidad y la locura,
se haga con el código del mundo.

Los seres de la niebla melancólica
se desnudan con luces entre sombras,
para que el agua pueda diluirlos
en el barro de un tiempo sin naufragios.



Ana Muela Sopeña.

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Precioso poema, querida amiga Ana, lleno de la gran musicalidad que acompaña soberanamente al tino de unas imágenes de lujo, cautivadoras. "La orfandad de las calles tiene espejos
en todos los exilios interiores", bellísimos versos para una obra que habla de los reflejos; similitudes que seguramente encontraríamos a poco que buscáramos en los interiores del espejo. Quizá crepiten por estar, o tal vez nunca se fueron.
Ha sido un placer leerte. Felicidades.
Un fuerte abrazo.

Ignacio, tu interpretación es muy certera. Por ahí va y todavía más. Los que ya no están con nosotros (aunque sigan vivos).

Un beso
Ana

Gracias, Aubriel.

Tus lecturas siempre me llenan de alegría.

Un beso
Ana

Hermoso comentario el que me brindas, Rafael. Y es que los rostros de los transeúntes son espejos de los nuestros. Porque todos estamos interrelacionados en una especie de caldo cósmico...

Un abrazo
Ana

Tu poema es muy profundo y triste, me imagino la ciudad de los abandonados, de los sin techo. Un reflejo de la sociedd que a veces vemos distorsionado según nos conviene.
Muy bueno el poema, excelente.
Mis felicitaciones y un abrazo
Joan

Joan, me alegra mucho que hayas leído este poema y me dés tu interpretación del mismo.

Un beso grande
Ana