Como el viento quedándose pegado a las palabras
Publicado: Sab, 07 Nov 2009 0:58
Como corcel arrancando al galope las simientes
de los corazones de madera y regadío,
hurgando en el monte de las ventanas del cielo
en busca de las llaves de las cerraduras viscerales.
Como el viento quedándose pegado a las palabras,
como la flor buscando su lugar escogido,
el frio huyente del fuego sempiterno,
la imagen de un labriego vestido de coraza
un domingo imaginario del decimotercer mes del año.
Como Cupido jugando una partida de cartas
en el transcurso del obligado descanso de un duende sonámbulo
y Campanilla, enojada, al haber sido trasladada de cuento.
Como Alí Babá sin ladrones, y éstos sin tesoro,
un gnomo con goteras en su casita de hongos.
Como un lápiz sin punta afilada,
una goma inservible al no tener nada que borrar.
Como un reloj sin agujas,
las agujas sin maquinaria, y ésta, sin horas que marcar.
Como un libro en una despensa,
una puerta entre abierta y cerrada,
un felpudo sin dar la bienvenida
una lápida sin epílogo.
Como lluvia que no moja la tierra,
el calor, incapaz de dar calor,
como un rey pescando en un río seco
y una diminuta rana con tintes de soberano y cola de león.
Como ese corcel que irrumpió en la mente
sin más sentido que exprimir el cerebro cansado,
ni más intención que huir de las locuras pasajeras.
Y todo, porque la mente no es más que un chicle sin sabor,
a la que podemos estirar sin sacar más provecho
que el del viento pegado a las palabras,
para luego, morir encogida junto a ellas.
Unas llaves…
de los corazones de madera y regadío,
hurgando en el monte de las ventanas del cielo
en busca de las llaves de las cerraduras viscerales.
Como el viento quedándose pegado a las palabras,
como la flor buscando su lugar escogido,
el frio huyente del fuego sempiterno,
la imagen de un labriego vestido de coraza
un domingo imaginario del decimotercer mes del año.
Como Cupido jugando una partida de cartas
en el transcurso del obligado descanso de un duende sonámbulo
y Campanilla, enojada, al haber sido trasladada de cuento.
Como Alí Babá sin ladrones, y éstos sin tesoro,
un gnomo con goteras en su casita de hongos.
Como un lápiz sin punta afilada,
una goma inservible al no tener nada que borrar.
Como un reloj sin agujas,
las agujas sin maquinaria, y ésta, sin horas que marcar.
Como un libro en una despensa,
una puerta entre abierta y cerrada,
un felpudo sin dar la bienvenida
una lápida sin epílogo.
Como lluvia que no moja la tierra,
el calor, incapaz de dar calor,
como un rey pescando en un río seco
y una diminuta rana con tintes de soberano y cola de león.
Como ese corcel que irrumpió en la mente
sin más sentido que exprimir el cerebro cansado,
ni más intención que huir de las locuras pasajeras.
Y todo, porque la mente no es más que un chicle sin sabor,
a la que podemos estirar sin sacar más provecho
que el del viento pegado a las palabras,
para luego, morir encogida junto a ellas.
Unas llaves…