la boca de libélula ,
- toda yo -
posando como al viento.
Y yo, la misma yo de hace treinta años, me miro en el espejo
y veo los cincuenta marcados a cincel, los labios, la cuenca de los hombros
las manos
- tan pequeñas,-
los ojos verdiclaros, mis piernas y no hay poso
en todo mi contorno que no haya vibrado en cada estación.
Y ríe el azogue en toda su angostura esta perversa inclinación
-tan mía –
a ver lo positivo, de esta mujer que habla en menopausias,
que advierte que estas manos clavaron las palabras
y besan otras manos llenando el cuenco de mis hombros
con mil granos de arena y juegan a escondidas las marcas de este vientre
que fue ,
delicia de escalpelo .
Y ahora, en toda madurez, me uno a Gioconda y digo
que no hay placer más puro que amar como mujer
con manos de mujer, la boca de mujer, toda yo mujer madura
posando como al trueno
– libélula al fin -
mi alma al viento.
5/8/7
(Me siento igual de tibia, de inmadura o madura, de mayor o pequeña, de segura o no, que cuando lo escribi hace estos años, pero me reafirmo en todo lo que dije, hoy en este mi Alicante, que es por la tarde de Noviembre, mes de castañas asadas y preludio de un invierno que no llega, arrullos de mar por fondo)