Una gota de café.
Publicado: Lun, 26 Oct 2009 21:41
He abierto el libro al azar, lo leí hace años, exactamente en el verano del 86. He ido pasado las páginas y leyendo algunos párrafos, hasta que poco a poco, he recordado de qué iba. Al llegar a la página 116, me he quedado un instante en suspenso mientras un mundo de recuerdos dormidos ―que no olivados―, me ha golpeado con tanta fuerza como si acabaran de pasar.
En una esquina del libro; una mancha oscura de tonalidad difusa, entre marrón y gris, casi impide que se pueda leer lo que hay escrito debajo.
Como en una tira de aquellos fotomatones ―hoy en desuso―, han ido pasando por delante de mí cada uno de los instantes de aquella tarde.
Me he visto recostada en un extremo del gran sofá color melocotón con un libro en las manos, mientras disfrutaba de una humeante taza de café. Te he visto a ti en idéntica posición, pero en el extremo contrario.
Como siempre, sin premeditación, nuestros pies se han enzarzado en una batalla por ver quien era el primero en dejar indefenso al otro con un bombardeo de cosquillas. Por supuesto, yo te he vencido. Has reaccionado levantándote bruscamente y con el movimiento has golpeado sin querer la taza, se ha derramado parte del café salpicándonos al libro y mí.
Me he estremecido al recordar como, en un momento, arreglaste el estropicio usando tus labios como si fueran de algodón absorbente y recogiendo de mi escote cada gota del aromático líquido.
Con una nostálgica sonrisa he colocado de nuevo el libro en la estantería; no sin antes acariciar con mis dedos esa mancha que siempre hablará de tu presencia.
He regresado al sofá que ahora es blanco y frío. En el otro extremo, un montón de cojines de colores ocupan todo el espacio. Sobre la mesa, intacta, la taza de café hace rato que ha dejado de humear y su amargo contenido, se ha quedado frío.
En una esquina del libro; una mancha oscura de tonalidad difusa, entre marrón y gris, casi impide que se pueda leer lo que hay escrito debajo.
Como en una tira de aquellos fotomatones ―hoy en desuso―, han ido pasando por delante de mí cada uno de los instantes de aquella tarde.
Me he visto recostada en un extremo del gran sofá color melocotón con un libro en las manos, mientras disfrutaba de una humeante taza de café. Te he visto a ti en idéntica posición, pero en el extremo contrario.
Como siempre, sin premeditación, nuestros pies se han enzarzado en una batalla por ver quien era el primero en dejar indefenso al otro con un bombardeo de cosquillas. Por supuesto, yo te he vencido. Has reaccionado levantándote bruscamente y con el movimiento has golpeado sin querer la taza, se ha derramado parte del café salpicándonos al libro y mí.
Me he estremecido al recordar como, en un momento, arreglaste el estropicio usando tus labios como si fueran de algodón absorbente y recogiendo de mi escote cada gota del aromático líquido.
Con una nostálgica sonrisa he colocado de nuevo el libro en la estantería; no sin antes acariciar con mis dedos esa mancha que siempre hablará de tu presencia.
He regresado al sofá que ahora es blanco y frío. En el otro extremo, un montón de cojines de colores ocupan todo el espacio. Sobre la mesa, intacta, la taza de café hace rato que ha dejado de humear y su amargo contenido, se ha quedado frío.