SUSANA
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SUSANA
O como a una diosa pagana, surgiendo recién nacida de entre sus propios fluidos que me ofrece en su aguabenditera, para que humedezca las puntas de mis dedos y pueda escribir sobre mi paladar el génesis de una nueva generación de sensaciones, que las palmas de mis manos intentan vestir acariciando la filigrana de su piel desnuda. Deidad a la que ya no me estaba permitido adorar y menos ambicionar. Inalcanzable como mendigar la felicidad eterna de volver a nacer y vivir sin un pasado en el que estaba de vuelta de casi todo cuando tus padres aun continuaban ignorando cual sería el sexo de su primogénito.
Tampoco he sabido hallar las palabras que me hubiera gustado susurrarte mientras caminaba dentro de ti, ni las que pronunciar cuando decidiste no volver a ser un pecado de ternura y de sangre, tan obvia como tu vulnerable mirada, que tanto me recordaba a la llama de una vela junto a una ventana abierta.
Tampoco supe que pretendiste de mí. Si robarme el secreto que redima tus pueriles dudas sobre en quien no te quieres convertir, sonsacándome en quien soñé convertirme sin conseguirlo, o obtener una dirección completa que te lleve lejos de las tareas de mi calle, como si realmente existiera algún lugar donde no cargar con la culpa de no equivocarse jamás. O terminar de volverme loco, como cuando pienso que hasta ti no había aceptado aún que ya estaba en mitad del solar de esa edad en que aspirar a tener ilusiones es el mayor de los pecados, tanto o más que la necedad de los jóvenes que se comportan como viejos.
Esos viejos que se consuelan con el recuerdo de un ultimo amor que se les escurrió con la facilidad con que tus cabellos escapan entre mis dedos; la misma con que tu cuerpo parecía girar entre ellos, con la absoluta levedad de un hada, de una libélula azul sobrevolando las ruinas grises de una antigua civilización que despareció sin dejar huella. Transformada por la magia del momento en lo único vivo que respiraba sobre mi cama.