¿Qué me sucede?
Publicado: Vie, 02 Oct 2009 19:51
¿Qué me sucede?
Entre golpes de pluma,
por cierto, vieja, austera, y cargada de tinta,
entre golpe y golpe,
-esos que tanto molestan al individuo incógnito
y son tan necesarios para no palidecer en octubre,-
renuncio a continuar con el trato, no pactado,
pero con la obligación honesta de intentarlo,
aunque nunca se me diera bien regar los tiestos
y uno tras otro los amontonara en el rincón de la broza.
Me encuentro perdido, así que imaginar me parece algo extravagante,
la taza está vacía, la copa manchada, y el cenicero…,
el maldito cenicero, pidiendo incansable una nueva hornaza
que sacie su apetito atroz, y siga, decorando los muros
y llenando los bolsillos, del sacrílego hombre de alicates y sayo blanco.
¡Pero…, qué más da!
si siendo transeúnte, a veces me equivoco de autobús,
y oficiando de viajero, me estorbo a mí mismo y al amanecer.
No sé donde perpetrar la imagen que no encuentro,
es tan difícil a veces, que con un grito, demasiado cercano a la locura,
reprimo los azotes desbocados de mi ego,
y me doy cuenta, que soy tan mortal como cualquier otro,
pero no poseo la independencia desmesurada de las aves
y su bien entramado emigrar.
A todo esto, a la pluma se le ha caído la capucha.
Sería interesante describir un viaje en autobús y despertar.
A lo mejor gastaba un poquito de tinta.
Entre golpes de pluma,
por cierto, vieja, austera, y cargada de tinta,
entre golpe y golpe,
-esos que tanto molestan al individuo incógnito
y son tan necesarios para no palidecer en octubre,-
renuncio a continuar con el trato, no pactado,
pero con la obligación honesta de intentarlo,
aunque nunca se me diera bien regar los tiestos
y uno tras otro los amontonara en el rincón de la broza.
Me encuentro perdido, así que imaginar me parece algo extravagante,
la taza está vacía, la copa manchada, y el cenicero…,
el maldito cenicero, pidiendo incansable una nueva hornaza
que sacie su apetito atroz, y siga, decorando los muros
y llenando los bolsillos, del sacrílego hombre de alicates y sayo blanco.
¡Pero…, qué más da!
si siendo transeúnte, a veces me equivoco de autobús,
y oficiando de viajero, me estorbo a mí mismo y al amanecer.
No sé donde perpetrar la imagen que no encuentro,
es tan difícil a veces, que con un grito, demasiado cercano a la locura,
reprimo los azotes desbocados de mi ego,
y me doy cuenta, que soy tan mortal como cualquier otro,
pero no poseo la independencia desmesurada de las aves
y su bien entramado emigrar.
A todo esto, a la pluma se le ha caído la capucha.
Sería interesante describir un viaje en autobús y despertar.
A lo mejor gastaba un poquito de tinta.