Bendito misterio
Publicado: Mié, 30 Sep 2009 0:22
Tuvimos que accidentar el riesgo de los sueños
para no juzgar a los tréboles de cuatro hojas,
-bendito misterio-,
elaborando los siniestros venideros con escamas de sal.
Se comprendía que era un misterio enterrado entre algas,
que no existían manos que sin estar agrietadas
fueran capaces de sorprender al oleaje incomprendido,
y éste, a su vez,
evitaría en lo posible, asustar al transeúnte despistado.
Su fin, era el resultado de una ecuación sin algebra,
de un logaritmo sin solución ni desenlace exacto,
pero se balanceaba en la red tejida por los aparecidos,
vestidos de rojo y chanclas de verano.
Y así, sin apenas viento,
transitó el mar por la palma de una mano,
a la vez, que los dedos convertían su físico en patas de cangrejo,
y los ojos, regaban las capturas de un pescador acongojado.
Él tampoco pudo juzgar su trébol de cuatro hojas.
Aún hoy, sigo en la oscuridad mirando al cielo,
con los ojos en ceniza y los párpados de buen samaritano,
con un mar de diciembre,
mojándome los pies enfundados en chanclas de verano.
Me queda tan solo una hoja,
pero soy incapaz de juzgarle.
-Bendito misterio-
para no juzgar a los tréboles de cuatro hojas,
-bendito misterio-,
elaborando los siniestros venideros con escamas de sal.
Se comprendía que era un misterio enterrado entre algas,
que no existían manos que sin estar agrietadas
fueran capaces de sorprender al oleaje incomprendido,
y éste, a su vez,
evitaría en lo posible, asustar al transeúnte despistado.
Su fin, era el resultado de una ecuación sin algebra,
de un logaritmo sin solución ni desenlace exacto,
pero se balanceaba en la red tejida por los aparecidos,
vestidos de rojo y chanclas de verano.
Y así, sin apenas viento,
transitó el mar por la palma de una mano,
a la vez, que los dedos convertían su físico en patas de cangrejo,
y los ojos, regaban las capturas de un pescador acongojado.
Él tampoco pudo juzgar su trébol de cuatro hojas.
Aún hoy, sigo en la oscuridad mirando al cielo,
con los ojos en ceniza y los párpados de buen samaritano,
con un mar de diciembre,
mojándome los pies enfundados en chanclas de verano.
Me queda tan solo una hoja,
pero soy incapaz de juzgarle.
-Bendito misterio-