No sé lo que decir
Publicado: Lun, 28 Sep 2009 20:19
No sé lo que decir, cuando imaginar no está en mi cielo,
la autopista se reinicia en cada curva
y en cada derrape se exprime la saliva acreedora del alma.
Sin decir, apuesto por la soledad cubierta de mermelada amarga,
entiendo así que es mejor saborear su estilo
que pintar los puños de cualquier camisa sudorosa.
El aire acumula sus cubitos errantes sin más frío que la infecundidad,
añora de los elegantes trajes la capa purificadora,
y aunque esconde su entorno, no puede petrificar los ávidos labios
enardecidos por la humedad de las copas de los dioses.
Es así que cada situación es única,
que el ropero desprende el mismo olor que en su último descanso,
pero el orden de su vestuario desaparece
entre perchas astilladas y polillas alimentadas en el tiempo.
Todo se mueve a un ritmo accidentado,
engullido por los nidos temerarios y expulsando a golpes
los calvarios colgados de las cadenas de la pasión.
Y el mundo, parece anidar en la tolerancia de los océanos,
no levanta el ancla que a gritos despierta
y a golpes se atasca, aunque llora en el mausoleo de la ingravidez.
Llega a veces el momento de dar un golpe definitivo,
para dejar correr la imaginación,
dejar desliar de la mente, los nudos ensombrecidos
de un cerebro capaz de amar, de sufrir y de pensar.
Aunque ello, no le asegure saber que decir,
ni sepa cuando hacerlo.
la autopista se reinicia en cada curva
y en cada derrape se exprime la saliva acreedora del alma.
Sin decir, apuesto por la soledad cubierta de mermelada amarga,
entiendo así que es mejor saborear su estilo
que pintar los puños de cualquier camisa sudorosa.
El aire acumula sus cubitos errantes sin más frío que la infecundidad,
añora de los elegantes trajes la capa purificadora,
y aunque esconde su entorno, no puede petrificar los ávidos labios
enardecidos por la humedad de las copas de los dioses.
Es así que cada situación es única,
que el ropero desprende el mismo olor que en su último descanso,
pero el orden de su vestuario desaparece
entre perchas astilladas y polillas alimentadas en el tiempo.
Todo se mueve a un ritmo accidentado,
engullido por los nidos temerarios y expulsando a golpes
los calvarios colgados de las cadenas de la pasión.
Y el mundo, parece anidar en la tolerancia de los océanos,
no levanta el ancla que a gritos despierta
y a golpes se atasca, aunque llora en el mausoleo de la ingravidez.
Llega a veces el momento de dar un golpe definitivo,
para dejar correr la imaginación,
dejar desliar de la mente, los nudos ensombrecidos
de un cerebro capaz de amar, de sufrir y de pensar.
Aunque ello, no le asegure saber que decir,
ni sepa cuando hacerlo.