Esta noche...
Publicado: Mié, 16 Sep 2009 20:03
Esta noche dormirá mi amante
desnuda en el valle oscuro de la niebla.
Por el umbral de la luna como tigre en celo
ya ruge ansiosa su congoja.
Con la nostalgia azul de su niñez
y la balada triste del jilguero, anuncia
la presentida muerte de este pulso carnal
a la hora en que la tierra sobre el crepúsculo llora
a los naúfragos que el mar entierra en su sepulcro.
Hay lágrimas de sal en los sargazos
y la luz de febrero crece herida en los temperos.
Mi corazón arde, la sangre de los cerezos incendia,
mientras se columpian las aves del pecado
entre nubes de semen infecundo:
sobre el pubis del alba se vierten igual que lluvia ácida.
Hasta mí llega su intrépida promesa,
su antiguo olor de la mandrágora.
Quiero morir en el ansia de sus labios,
o en el vino del deseo que sus arterias lleva.
(Cubriré a mi cuerpo con un sudario de besos
y sobre una lápida de recuerdos podré escribir
su testamento en forma de epitafio)
Pero sólo la nombro para saber que estamos vivos:
anhelo probar en el ánfora de su boca
el néctar de la piel que se derrama vírgen
sobre los templos que el desamor arrasa.
Esta noche, sin ella, he de dormir callado,
me abriagaré con la paz de su silencio
mientras a la intemperie morderá el frío
al lenguaje inquieto de mi carne.
desnuda en el valle oscuro de la niebla.
Por el umbral de la luna como tigre en celo
ya ruge ansiosa su congoja.
Con la nostalgia azul de su niñez
y la balada triste del jilguero, anuncia
la presentida muerte de este pulso carnal
a la hora en que la tierra sobre el crepúsculo llora
a los naúfragos que el mar entierra en su sepulcro.
Hay lágrimas de sal en los sargazos
y la luz de febrero crece herida en los temperos.
Mi corazón arde, la sangre de los cerezos incendia,
mientras se columpian las aves del pecado
entre nubes de semen infecundo:
sobre el pubis del alba se vierten igual que lluvia ácida.
Hasta mí llega su intrépida promesa,
su antiguo olor de la mandrágora.
Quiero morir en el ansia de sus labios,
o en el vino del deseo que sus arterias lleva.
(Cubriré a mi cuerpo con un sudario de besos
y sobre una lápida de recuerdos podré escribir
su testamento en forma de epitafio)
Pero sólo la nombro para saber que estamos vivos:
anhelo probar en el ánfora de su boca
el néctar de la piel que se derrama vírgen
sobre los templos que el desamor arrasa.
Esta noche, sin ella, he de dormir callado,
me abriagaré con la paz de su silencio
mientras a la intemperie morderá el frío
al lenguaje inquieto de mi carne.